viernes, 11 de junio de 2010

¡Qué canallada!


Es cierto que Colombia es un país donde cada cosa tiene su reina. Es cierto, también, que esa situación a muchos molesta y a otros encanta, pues como todo en la vida, las actividades importantes para algunos resultan frívolas para ciertas personas y, lo que para unos más no tiene gracia, se convierte de la mayor emoción para fulanos y sutanos. En otras palabras, hablar de reinados es como hacer referencia al fútbol y su actual campeonato mundial, las interminables novelas de la televisión, la comida "chatarra" que se consume en todos lados, o cualquier otro aspecto que suene parecido.

Cada quien tiene sus preferencias y eso es respetable. Muchos de esos placeres están apoyados por labores de mercadeo que hacen que para todo haya seguidores y consumidores. En lo personal, más allá de decir un "qué bonita está" o, simplemente, "no me gusta", resulta poco lo que conozco del tema profesional de la belleza, por no decir del negocio. De medidas perfectas, trajes de baño, peinados para la ocasión y cómo responderle a los periodistas que cubren certámenes de éste tipo, saben los expertos en la materia.

Si bien para algunos un reinado puede parecer una tontería, una forma que los adinerados demuestren que con su plata hacen lo que les viene en gana, la mejor manera de promocionar una región, la ocasión para apoyar nobles causas representadas en obras sociales, una oportunidad de salir del anonimato o, tantas otras diversas razones que terminan siendo tan colombianas como el río grande de la magdalena, un reinado es eso y nada más: un reinado.

Lo ocurrido la noche del jueves 10 de junio con la candidata de Cúcuta al certamen de la belleza en Norte de Santander, María Fernanda Nuñez Gutierrez, resulta inconcebible y desconcertante: al llegar a su casa luego de finalizados los ensayos de la velada de elección y coronación, que se celebraría 24 horas después, fue atacada por un delincuente quien le lanzó una sustancia, al parecer ácido, provocándole quemaduras en su rostro.

Las autoridades, seguramente, como producto de la investigación que adelantan tendrán que descifrar los motivos de lo sucedido: si las causas responden a cuestiones relacionadas con la competencia de belleza o si los móviles tienen otras explicaciones. Pero bien sea una cosa o la otra, lo ocurrido no puede menos que generar rechazo y estupor.

Particularmente consideraba que los únicos peligros que corrían las reinas eran que las señalaran de tener muchas cirugías estéticas, de habérseles ido la mano con el bronceado, de rastros de celulitis en sus cuerpos, de quedar endeudadas hasta el cuello cuando no ganaban, o de resultar de presentadoras de televisión. En fín, las anteriores cosas no le hacen daño a la sociedad, sin desconocer que la mujer colombiana, además de hermosa, es inteligente, emprendedora y noble.

No resulta racional ni humano lo que pasó con María Fernanda, a quien apenas he visto en afiches y programas de televisión con ocasión del concurso. Ojala pronto se recupere. A quienes patrocinaron y cometieron ese acto salvaje y desalmado, lo único que quedar esperar es que los metan a la cárcel.

En un territorio donde se acaba de manera fácil con la vida humana, donde algunos terminan vendiendo el alma al mejor postor, donde el poderoso en vez de ayudar al débil termina maltratándolo más, no resultan aceptables episodios de este orden.

Que las polémicas y las noticias de los reinados sigan siendo si quien ganó fue le mejor o no, si acertó o se equivocó en las respuestas ante los jurados, si los trajes que le confeccionaron la hicieron ver mejor o peor, si es soltera, casada, viuda, separada o divorciada; pero que no llegue la violencia a certámenes que criticados o no, hacen parte de las tradiciones populares de nuestros pueblos y tienen como protagonistas a los seres más hermosos sobre la tierra: las mujeres.


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