martes, 7 de diciembre de 2010

¡ Qué Dios nos ayude !











Aunque la fuerza de la naturaleza resulta impredecible e incontrolable, cuando la especie humana ayuda a atentar contra ella las cosas se complican todavía más.
Lo que vive el territorio colombiano es una tragedia de marca mayor como consecuencia de las fuertes y constantes lluvias que siguen cayendo sobre su territorio, ocasionando decenas de personas muertas y por lo menos dos millones de damnificados.

Lo ocurrido en Bello, Antioquia, donde más de un centenar de pesonas siguen desaparecidas tras el desprendimiento de tierra que se llevara varias casas y con ellas las vidas huamanas que las habitaban, resulta una muestra de la dolorosa realidad que se vive.

El departamento Norte de Santander no ha resultado ser la excepción. Municipios como Puerto Santander y Cúcuta han registrado situaciones lamentables donde muchas familias siguen afectadas.

Otra localidad muy importante de la región que clama ayuda hoy, por estar incomunicada, dados los daños producidos en las carreteras que la comunican con el área metropolitana de Cúcuta y la provincia de Ocaña, es Sardinata. Como producto de ello los alimentos empiezan a escasear, los problemas viales tardarán varios días en resolverse y algunos de quienes han resultado atrapados en plena carretera, han podido llegar hasta la cabecera urbana para ser alojados provisionalmente en uno de los planteles educativos de la localidad y recibir el apoyo solidario de los sardinatenses. Otros más siguen sobre las vías esperando ayuda.

En términos generales, aunque la solidaridad de los nortesantandereanos y colombianos ha salido una vez más a flote, lo que está ocurriendo es lamentable. Sin temor a caer en exageraciones, es una tragedia de grandes proporciones de la que el país no se podrá recuperar en años. Lo peor del asunto es que aún no termina, pues los pronósticos continúan dando cuenta que habrá lluvias para rato.

En estos momentos debería darse una tregua en materia del conflicto armado entre las partes militares enfrentadas, las grandes empresas privadas tendrían que aportar varios miles de millones de sus ganancias para apadrinar municipios y zonas afectadas, las deudas de muchos campesinos deberían condonarse, las ayudas internacionales podrían triplicarse en dinero y especies... En fin, que todos los esfuerzos humanos e institucionales se orienten a atender las miles de emergencias con celeridad y eficiencia.

De las lecciones del pasado parece que poco hemos aprendido, pues siempre con mayor o menor intensidad se repiten las escenas de dolor que hoy día vivimos todos, directa o indirectamente. Los más pobres, los más necesitados, los más vulnerables son, como siempre, los más indefensos y expuestos.
Sobre el cambio climático y la responsabilidad que nos cabe a todos, en especial a las grandes potencias que siempre se han mostrado esquivas a asumir compromisos, existe mucha literatura. Bien vale la pena leer a autoridades e investigadores en la materia, para el caso colombiano al profesor Manuel Rodriguez Becerra.
La generación de riqueza a cualquier precio está matando al planeta.

Fotografías Sardinata: Edgar Javier Peñaranda Sandoval

jueves, 2 de diciembre de 2010

Otras metas... Nuevas ilusiones


Si existe una época especial, inolvidable y llena de recuerdos a montones , ésa se llama colegio. Es una fascinante combinación entre dejar de ser niño, iniciar la preadolescencia hasta llegar a alcanzar la adolescencia y proseguir el camino que lleva a convertirse en adulto, hombre o mujer.

Las amistades que se construyen y guardan en el corazón y la mente para toda la vida, las relaciones de noviazgo que aparecen tarde que temprano, los sueños que empiezan a vislumbrarse para mas tarde, los buenos maestros que dejan una huella eterna, los padres y familiares de los compañeros de salón que se convierten a la vez en los de uno ... En fín, una experiencia única e irrepetible.

Se puede estar en el más afamado de los planteles o, incluso, en el mas modesto de ellos, pero las historias seguramente sean similares, al igual que las emociones y sensaciones que se hacen presentes cuando termina esta etapa de la vida.

Amigos y compañeros con quienes se disfrutaron muchas jornadas año tras año y que ahora parten a buscar nuevos rumbos, algunos más inciertos que otros. Rostros a los que se no volverá a ver con mucha frecuencia, aunque ahora las redes sociales permiten contactos cotidianos, así sea en lo virtual. En mi época sobraban las promesas de intercambiar cartas y telegramas, además de programar encuentros presenciales, que con el paso del tiempo se iban evaporando por esas cosas que la vida tiene o, mejor, que los que decimos ser mayores tenemos.

Los salones y pasillos del colegio empezarán a quedar en el recuerdo para quienes entre la semana anterior y la presente se han hecho merecedores de sus títulos de nuevos bachilleres al finalizar el grado once, ése mismo que hasta hace algún tiempo era el sexto bachillerato.

En lo personal, tengo presente aún cada uno de los rostros juveniles que acompañaron ese camino de la academia y de la vida en mi colegio, el Departamental Integrado Nuestra Señora de las Mercedes de Sardinata, orientado por la comunidad religiosa del Cardenal Sancha. Melco, Esmaralda, Pedro, Alfredo, Liana Rocío, Fabio, Rebeca, Henry, Helmer, Fernando, Vilma, Humberto, Adriana, Enrique, Nury, Alfonso, Nancy y Edward. Todos, los scouts pescadores y gaviotas traidoras que armaban los sancochos en el rio y disfrutaban de los fines de semana en los bailaderos del pueblo.

Cómo olvidar también a la titular del grupo, Sor María Julia, y a profesores como Darío, Raúl, Pedro, Alirio, Carmenza, Cecilia, Miguel Ángel, Sor Celeste, a los sacerdotes Gilberto, Andrés, Ramón, entre tantos nombres más que continuaron con la tarea iniciada por los docentes de primaria.

En las ceremonias de graduación no se sabe quién es el más emocionado, si quien egresa del colegio o sus padres. Lo cierto es que es el cumplimiento de una meta que llena de orgullo a todos y que abre otras posibilidades, nuevos senderos por recorrer, otras luchas por dar, más desafios por asumir, sueños por conquistar.

Para todos los nuevos bachilleres de Colombia, felicitaciones, ustedes tienen que ayudarnos a construir un presente y futuro mejores, seguramente una responsabilidad que nunca pidieron pero que sabrán asumir.

En particular para Jonathan Javier, mi hijo mayor, el más fuerte de los abrazos y el más grande de los besos por el reconocimiento que hoy recibe en Cúcuta, fruto de sus calidades humanas y esfuerzos académicos. La ingeniería que sueña lo está esperando, para que dentro de poco tiempo escale otro peldaño más. Su meta de hoy me hizo recordar la mía y la de mis amigos hace ya casi un cuarto de siglo.

A quienes lean esta nota, a lo mejor les haga traer a la memoria esos que podriamos llamar "los años maravillosos", como aquella serie de televisión norteamericana.

¡Felicitaciones a todos!


Fotografía: promoción bodas de plata Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, Sardinata. 1986.