miércoles, 24 de diciembre de 2014

Las lagrimas del doctor Peláez también fueron las mías.

Hernán Peláez Restrepo. (Foto tomada de www.caracol.com.co)
Cuando a Hernán Peláez Restrepo la voz se le escuchó entrecortada y el nudo en la garganta casi que ni lo deja rematar la lectura de su carta de despedida a los compañeros y oyentes de La Luciérnaga de Caracol, supongo que muchos, como yo, ya teníamos hace varios minutos los ojos lagrimosos y el corazón nostálgico por asistir a la última emisión del exitoso programa radial bajo la dirección del siempre querido y admirado doctor Peláez.

No sé si será buen esposo, buen padre, buen compañero de trabajo, buen vecino, buena paga, buen amigo de parranda. 

Lo que sí sé, como oyente suyo de la radio desde mi niñez, es que Hernán Peláez Restrepo es todo un maestro de los medios de comunicación, un hombre integral y muy inteligente a la hora de hacer periodismo, no sólo del deportivo, éste último donde, sin duda alguna, ha sido el mejor en el país por años.

Su grandeza es tal que no necesitó salir por la puerta de atrás ni esperar a que su ciclo terminara en el horario radial de las tardes, porque aún tiene cuerda para rato, sino simplemente porque así lo quiso, por decisión propia, como lo hacen los fuera de serie.

La mayor enseñanza que a muchos oyentes nos dejó el doctor Peláez es que no hay que ser agresivos o irrespetuosos con las personas, sino fuertes con los problemas, eso sí, sin obviar la rigurosidad a la hora de exigir a quienes cumplen responsabilidades.

Sus últimos momentos en La Luciérnaga los viví sólo, frente a un aparato de radio, como si se tratara de un extraño ritual donde el corazón aceleraba el ritmo, la garganta se sentía apretada y los ojos húmedos se perdían en una mirada que apuntaba a alguna frecuencia en el dial. 

Hernán Peláez Restrepo por muchos años, desde su programa, nos puso a pensar, a reír y esta vez, junto a las dos anteriores, a llorar.

Última emisión con Hernán Peláez (Foto tomada de www.caracol.com.co)
Pensaba en aquella emisión de Séptimo Día de Caracol Televisión, hace un par de años años, donde se resaltaba su capacidad de trabajo a pesar de estar padeciendo un cáncer de médula. A mis estudiantes de Comunicación Social en la Universidad de Pamplona, semestre a semestre, les hago ver dicha emisión para ponerlo como ejemplo (bueno, y para que no se quejen tanto a la hora de intentar hacer las cosas).

También fue emocionante escuchar al doctor Peláez agradecer el aporte de cada uno de sus compañeros. En especial quiero destacar las palabras dirigidas a Álvaro Gómez Zafra, un bumangués, con historia en Ocaña y quien en la radio cucuteña demostró su gran talento, ese mismo que hizo que el propio Peláez siendo Director General de Caracol autorizara su traslado a Bogotá. Álvaro es una de las grandes y hermosas voces de la radio colombiana.

Gracias doctor Peláez por tantas tardes maravillosas en La Luciérnaga de Caracol. Gracias por el respeto que siempre profesó hacia nosotros, sus oyentes.

Particularmente, también gracias porque desde hace varios meses había decidido hacer un alto en este blog, pero tras su retiro, ayer, no quise dejar de expresar públicamente mi admiración y afecto hacia Usted. Aquí estoy de nuevo.

Doctor Peláez, por siempre nuestro ´doctor Peláez´

miércoles, 12 de febrero de 2014

Pacheco... por siempre

Anoche murió en Bogotá uno de los colombianos más queridos para los hombres y mujeres de mi generación. Fue un colombiano que por esas cosas de la vida nació en España hace casi 82 años.
 
Foto tomada de internet
Fernando González Pacheco, el animador más popular que ha tenido la televisión del país. Fue tan bueno en lo que hizo que, a pesar de tener un rostro feo, fue un gran triunfador de la pantalla chica y a las casas de millones de colombianos entraba cada mañana, tarde o noche como si fuera el hombre mejor parecido de ciudades, pueblos y caseríos.
 
Animalandia, Sabariedades, Quiere Cacao, Compre la orquesta, Charlas con Pacheco y tantos otros programas se volvieron agradables y cotidianos en Colombia por una sencilla razón: los presentaba Pacheco, un hombre inteligente, simpático y quien se mostraba descomplicado ante sus televidentes.

Pacheco se convirtió en amigo de muchos, así nunca se le hubiese estrechado las manos o visto frente a frente. Pacheco se convirtió en ese compañero permanente que contagiaba con su particular forma de reír.

Desde 1957, en los inicios de la televisión nacional, Fernando González Pacheco llegó para quedarse, como dirían por ahí. Su carisma fue tan grande que le permitió durante decenios mantenerse vigente en un medio tan competido y donde a veces priman más las caras bonitas que el talento mismo, aunque ninguna de estas dos últimas cosas resultan excluyentes.

Paz en la tumba de nuestro Pacheco, un colombiano de 'raca mandaca'. Un hombre que nos vio crecer  y con quien muchos estamos agradecidos por haber aportado instantes de alegría a nuestras vidas. Ése fue su gran mérito.