viernes, 20 de mayo de 2011

La perversión de un modelo

Al repasar la historia de la humanidad pareciese encontrarse una situación que, en vez de haberse ido superando, se ha hecho reiterada en la mayor parte del mundo por acción de las relaciones de poder que la especie misma genera a cada instante: la exclusión.
Cartagena - Colombia -

Relaciones que tienen su fundamento en los postulados y acciones políticas, económicas, culturales y sociales, en general, que han llevado a establecer paradigmas dominantes no propiamente cruzados por sentidos éticos y valores morales que aseguren una convivencia digna y lo más armónicamente posible de los miembros de la especie entre sí y su relación con la naturaleza.

No es sino buscar lo que dice el diccionario sobre el término en referencia para advertir, en primera instancia, que exclusión es la acción y el efecto de excluir. Excluir, a su vez, es, según la misma Real Academia Española de la Lengua, quitar a alguien o algo del lugar que ocupaba; descartar, rechazar o negar la posibilidad de algo; dicho de dos cosas: ser incompatibles.

Seguramente podrían pensarse por lo menos dos maneras de ser o sentirse excluido: una primera, porque una persona o un colectivo no quieren pertenecer o identificarse con algo o alguien y, una segunda, porque ese algo o alguien simplemente no desea que otros hagan parte de él.

La generación, entonces, de relaciones dominantes que promueven teorías y acciones contrarias a principios y valores con presunciones universales como la igualdad, la solidaridad, la responsabilidad, la autonomía y el liderazgo, entre otros, quedan simplemente como retórica y listado de buenas intenciones en cartas nacionales e internacionales, más allá de las partes del mundo de donde provengan.

El capitalismo, por ejemplo, que ha tenido la habilidad de desarrollarse en diversas etapas según las circunstancias y los tiempos (mercantilismo, industrialización, neoliberalismo, etc.), sin duda alguna ha sido y sigue siendo un elemento de exclusión a más no poder.

Su horizonte económico de generar riqueza a través del fundamento económico del capital como elemento de producción, apoyado en discursos y prácticas sociales, para escribirlo en términos simples, ha permitido que la mayor parte de quienes viven bajo ese paradigma vean a diario cómo muy pocos tienen lo que esa mayoría necesita.

Bien lo cuestiona Pogge (2005) al preguntarse: ¿Cómo es posible que persista la pobreza extrema de la mitad de la humanidad a pesar del enorme progreso económico y tecnológico, y a pesar de las normas y de los valores morales ilustrados de nuestra civilización occidental enormemente dominante?

Con la implantación del capitalismo difícilmente podría ser de otra forma, pues los enfoques, modelos, discursos y relaciones se presentan dentro de una clara relación social vertical, donde no es la discusión o el debate lo que precisamente motive el establecimiento de acuerdos entre las personas, sino la imposición y las dictaduras de otros seres de naturaleza natural o jurídico que en aras de postulados que hablan de la igualdad de oportunidades, la libre competencia y la globalización, saturan a las naciones con la creación de necesidades y, aquellas, que efectivamente lo son, terminan siendo convertidas en mercancías. Ejemplo cercano el colombiano si se repasa lo que sucede con la salud, la educación y los servicios públicos.

La obligación del capitalismo tal como ha sido su desarrollo es para con los capitalistas no para con la humanidad, pues los índices de pobreza y miseria son cada día mayores; los programas asistencialistas apenas resultan sofismas de distracción para intentar hacer creer de la generosidad de un modelo que, como lo dice Borón en su texto sobre Mercados y Utopías, “ha experimentado una reestructuración regresiva a escala planetaria”, al introducir una explicación sobre el neoliberalismo, una de las tantas caras del capitalismo a lo largo de su historia.

Pero éste modelo dominante, que transcendió lo meramente económico, también ha tenido en la modernidad uno de sus aliados fuertes, pues dentro de esa dinámica impuesta socialmente, los aspectos relacionados con la racionalidad, el progreso y la democracia, han permitido de forma recalcitrante reproducir una y otra vez esas relaciones de poder, nada diferentes a las expuestas párrafos atrás; es decir, para producir riqueza (o pobreza?) y a través de ella generar más exclusión, creando diversos estadios donde algunos se ven superiores y muchos terminan creyendo ser inferiores, porque las prácticas sociales así lo enseñan.

Quienes no reconocen esos valores propios de la modernidad o no pueden acceder a ellos, por simple lógica terminan autoexcluyéndose, siendo excluidos, y/o alimentando “la producción de *residuos humanos* o, para ser más exactos, seres humanos residuales (los excedentes y los superfluos, es decir, la población de aquellos que o bien no querían ser reconocidos, o bien no se deseaba que lo fuesen o que se les permitiese la permanencia), es una consecuencia inevitable de la modernización y una compañera inseparable de la modernidad” (Bauman, 2004).

Podría pensarse que un modelo dominante tiene su razón de ser en la medida que permita a la humanidad alcanzar mayores niveles de justicia social, equidad, solidaridad y corresponsabilidad, entre otros valores; sin embargo, el periodo de la modernidad, aunque con sus ventajas científicas y tecnológicas, para citar algunas -además del progreso económico para una élite -, ha reiterado las profundas divisiones sociales y aumentado los niveles de miseria en el planeta, transformando la esclavitud anterior en varias comunidades a sometimientos presentados ahora de otras maneras.

Toma validez la pregunta de Pogge al insistir sobre “cómo es posible que persista tanta miseria pese al gran progreso alcanzado en las normas morales, pese a la consolidación de avances tecnológicos sin precedentes y pese al sólido crecimiento económico global” (Pogge, 2005).

Dentro de esta dinámica también cabe plantear el papel del Estado, pues es finalmente donde en forma práctica tienen aplicación los discursos y las prácticas de los paradigmas dominantes o hegemónicos y donde, dentro de la idea primaria que llama Hobsbawm (pensando en el Estado territorial), la institución como tal reclama y se siente con derechos sobre el pueblo.

Sin embargo, muchos de esos derechos hoy día no están condicionados sobre principios de autonomía, sino sujetos a los condicionantes que la modernidad y el mismo capitalismo contextualizan y recontextualizan a cada instante, propiciando agresiones a las culturas e identidades, como otro ejemplo evidente de exclusión.

Pareciese dejarse de lado, dentro de esas relaciones de poder también presentes en los estados, que una característica importante de los seres humanos y de la vida misma es la complejidad. Es decir, ni las relaciones ni los conflictos son simples y/o aislados, ni sus posibles gestiones apuntan en direcciones únicas e inequívocas; los diferentes elementos se entrecruzan, se interrelacionan, crean interdependencias, tienen más de una cara, están sujetos a factores internos y externos. Hay múltiples espacios para la incertidumbre.

Ahora, si se observa al ser como figura individual pero, también, como producto social, los aspectos culturales juegan papel importante, en el sentido de las definiciones que éste haga frente a sí mismo y su relación con la vida: cómo se piensa, cómo se concibe, qué posturas y acciones asume, entre otras cosas.

Hay una herencia cultural, precisamente, que influye en la determinación de los principios y valores que personas y sociedades construyen para sí mismos. En otras palabras, los condicionamientos que llevan a individuos y colectivos a proyectar, gestar y desarrollar las personalidades y las comunidades que sueñan.

La dinámica de la vida de los estados se observa en la actualidad definida por factores externos, muchos de los cuales no representan las expectativas propias de las comunidades. Esa regulación, necesaria por demás, al interior y exterior de los estados tiene como problema que sólo unos pocos definen cómo deben ser las relaciones a nivel planetario en materia de salud, comercio, política, entretenimiento, etc. legalizando dichos discursos a través de los diferentes organismos internacionales y legitimándolos por varias vías, entre otras la de los medios de comunicación.

Internamente, los estados también generan procesos de exclusión por doquier. No es sino mirar el caso de Colombia, para citar otro ejemplo, y preguntar qué pasa con las comunidades indígenas, las negritudes y otros colectivos que resultan enormemente discrimados por el sistema.

El capitalismo, la modernidad, el Estado, son elementos e instituciones que generan exclusiones de diverso orden, no solamente en lo económico. Entonces, surge la pregunta: ¿Será posible humanizarlos? Un giro ontológico positivo seguramente empiece a ser parte de la respuesta, como lo enseñan diversas posturas y experiencias en el mundo.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍCAS
Bauman, Z. (2004). Vidas desesperadas. La modernidad y sus parias. Paidos. Barcelona
Pogge, T. (2005). La pobreza en el mundo y los derechos humanos. Editorial Paidos, Barcelona.
Vega, E. (1998) (Editor).. Lectura de Eric Hobsbawm. Marx y el Siglo XXI. Editorial Pensamiento Crítico. Bogotá.

Del mundo y sus profecias... ¿Cuándo será?

Tramo carretera Cúcuta-Pamplona
Desde que era niño siempre escuché en mi querido e inolvidable pueblo de Sardinata que el mundo se acabaría en el año dos mil. Seguramente fue lo que en su momento otras personas más de finales de los 60 y de las generaciones de los 70, 80 y 90 también fueron alimentando a manera de rumores y apoyados en creencias de diverso orden.

Recuerdo también que cuando alguien celebraba un año más de vida siempre se le cantaba que los cumpliera hasta el año 2000. No se si la costumbre respondía por cosas del azar o pensando que hasta ahí llegábamos todos.

Bueno, llegó el dos mil y con excepción de quienes pasaron a lo que llaman 'mejor vida' muchos continuamos nuestro trasegar por este planeta  y hemos sumado estos añitos que el siglo XXI ha sabido regalarnos, por obra y gracia de Dios, claro está.

Mi más inmediata preocupación estaba fijada hasta el 21 de diciembre de 2012 cuando quienes se han encargado de estudiar la profecía Maya relacionada con dicha fecha, han manifestado que el mundo termina ese día o 48 horas después, dentro de un calendario que iniciara en el 3114 antes de Cristo.

Realmente lo que conozco de esa situación es muy poco. Nada, para ser sincero, más allá de las especulaciones que salen a flote en las conversaciones de pasillo.

Un grupo religioso en Estados Unidos llamado Family Radio ha promocionado que la historia termina este 21 de mayo. Apenas dentro de unas cuantas horas.

De ser así, y sin que apunten las siguientes frases a ser irrespetuosas o burlonas, ni más faltaba, quedaré con varias dudas sin resolver, en caso que el asunto vaya en serio. Por ejemplo:
  • ¿Qué hubiera pasado con los famosos integrantes de la familia Nule y sus socios que estafaron a medio país? ¿Una cárcel en Colombia? ¿Un apartamento en Dubai? ¿Uno de ellos alcalde de Bogotá?
  • ¿En qué año hubiesen terminado de asfaltar y/o pavimentar, para el caso del departamento Norte de Santander, la carretera entre Cúcuta y Ocaña?
  • ¿Hasta cuándo hubiese ido Chávez en Venezuela?
  • ¿Hasta cuándo habría Uribe dado 'lora' En Colombia?
  • ¿A quién el destino le tenía presupuestado ser primero Presidente de Colombia: a un hijo de César, de Andrés, de Álvaro o de Juan Manuel?
  • ¿Quién hubiese corrido con la suerte de  resultar favorecido con la adjudicación del tercer canal de televisión privado en el país?
  • ¿Cómo habría terminado la novela de las mafias de la contratación de la salud y los respectivos recobros?
  • ¿En qué año el Cúcuta Deportivo iba a ser por segunda vez campeón de la liga profesional de fútbol?
  • ¿Hubiese aguantado el 'bolillo' Gómez a ser el director técnico de Colombia en el mundial del 2048?
  • ¿Habría seguido Colombia teniendo buena parte de su población viviendo entre la pobreza y la misería?
  • ¿A los cuántos años hubiese gozado de mi pensión? ¿A los 110 y con el 10% del último salario?

Barichara - Santander -
Son tantas y tan variadas las cosas que quedan por fuera de este listado que lo único que espero es que Dios nos regale muchos años más de vida... muchos 21 de mayo más y, sobre todo, la posibilidad de encontrar las respuestas.

De lo contrario, dejo constancia histórica de lo que se preguntaba un terrícola más en un país llamado Colombia el 20 de mayo de 2011 a eso de las 18:00 horas, por si algún día la misma especie o una más avanzada puede recuperar los archivos de internet presentes y tratar de entender lo que aquí sucedía.

¡Nos vemos mañana, si Dios quiere!

jueves, 19 de mayo de 2011

Made in Colombia

El deporte nació, así lo imagino, para unir pueblos, para fomentar amistades, para demostrar que la unión vale más que la fuerza, para generar alegrías. En fín, el deporte es una manifestación humana que básicamente debe servir para integrar, asi en las competencias unos resulten ganadores y otros no lo sean.

Todo esto para decir del orgullo colombiano que se siente cuando tres muchachos, a muchos kilómetros del país, defendiendo los colores de un equipo de fútbol portugués contribuyeron en buena forma a que el Porto se coronara campeón de la Liga Europea de Fútbol.

Para los aficionados al llamado 'mejor espectáculo del mundo', como lo repitiera hace muchos años Alberto Piedrahita Pacheco en un programa que dirigía en la televisión nacional los fines de semana, el asunto es significativo. Para quienes no encuentran mayor placer en seguir un balón para arrimarlo a punta de patadas a una portería contraria, de todas maneras el hecho no pasa desapercibido.

Falcao García, Fredy Guarín y James Rodríguez, el primero de Santa Marta, el segundo de Puerto Boyacá y, el tercero, de Cúcuta, supieron dejar en alto el nombre de Colombia y vender la ilusión a muchos niños y jóvenes de hoy sobre el hecho que con talento, disciplina y sacrificio las cosas se pueden lograr.

Talento, porque lo tienen, como tantos otros connacionales que esperan ver convertidas sus fábricas de sueños en realidades. Disciplina, puesto que sólo así se puede alcanzar el triunfo  en la alta competencia y, sacrificio, porque nada es gratuito en la vida.

Insisto, son tres muchachos que a lo mejor si no hubiese sido por su calidad deportiva difícilmente tendrían la notoriedad y el carisma que hoy día despiertan. Algo bueno representa practicar un deporte, por diversión, salud o proyecto de vida, esto último como el caso en referencia.

Qué bien por Falcao, Guarín y Rodríguez. Qué bien verlos con la bandera colombiana alzando la copa en el estadio de Dublín, Irlanda. Qué bien escuchar sus nombres saliendo de las bocas de miles de aficionados, especialmente el del goleador samario.

Las victorías así sean en buena parte ajenas, como en esta oportunidad, hay que saberlas disfrutar, sin tantos peros. Motiva ver los titulares de importantes medios en el mundo haciendo reconocimiento de estos tres jóvenes, así la mayor parte de los elogios sean para Radamel Falcao García, la figura del equipo, apenas lógico.

Una vez más los deportistas colombianos mostrando la mejor cara de Colombia. Desde hace rato son nuestros mejores embajadores, brillando por sus propios méritos, haciendo gala de sus mejores cualidades, exhibiendo el pundonor y la inteligencia del hombre y la mujer de esta parte de Suramerica.

Falcao, Guarín y Rodriguez:  ¡Qué bueno sentirlos más colombianos que nunca.! ¡Qué bueno ser sus compatriotas.! 


Fotografías: página web Radamel Falcao García. www.falcao.com.co

lunes, 9 de mayo de 2011

¡ Llegó la hora !

Hospital Erasmo Meoz, Cúcuta.
Hace 12 años el entonces alcalde de cúcuta, José Gelvez Albarracín, propuso crear la República de El Zulia, que estaría integrada por el departamento Norte de Santander (Colombia) y algunas partes de los estados Zulia, Táchira y Mérida (Venezuela), logrando llamar la atención sobre la insatisfacción de la región por el tratamiento en materia de inversión que recibía la parte en mención del territorio colombiano, lo cual justificaba expresar el deseo de independencia.

Aún cabe recordar los titulares de los diferentes medios de comunicación, varios de ellos presentando la idea más a manera de curiosidad que propiamente porque la tomaran en serio, además de las posiciones encontradas que la iniciativa despertó en la zona, la mayor parte de ellas contrarias a lo planteado por el mandatario cucuteño.

El tema finalmente quedó en eso. No pasó de convertirse en un elemento anecdótico  como cuando se ha hablado de la creación de la República Independiente de Antioquia o la  de nuevos departamentos en el país (Ocaña, Magdalena Medio).

En la actualidad el tema ni se ha vuelto a mencionar y seguramente  no existan ese tipo de afanes, pues las regiones a uno y otro lado de la frontera, influenciadas geográfica y comercialmente por el lago de Maracaibo siguen tan unidas a uno y otro país como antes,  además de las afinidades culturales que muestran entre sí.

Sin embargo, no por lo anterior puede obviarse el grado de insatisfacción que para el caso particular de Norte de Santander sigue siendo alto, pues los reclamos se presentan sobre las mismas problemáticas históricas y las respuestas continuan a la par de las ya acostumbradas, que no pasan de ser en la mayoría de los casos simples paños de agua tibia.

No es posible que una región de tantas riquezas naturales no pueda comunicarse entre sí en materia vial, por ejemplo. Viajar de su capital, Cúcuta, a municipios de tanta importancia como Ocaña, Pamplona, Tibú, Sardinata o Toledo, sea en buena parte un calvario por el estado de las vías, bien porque llueve o hace sol. 

No es cuestión de ahora, por culpa de la ola invernal. Ésa ha sido la constante. Ni qué hablar de la red secundaria o terciaria del departamento, en general. Aunténticas trochas.

Avenida Los Faroles, Cúcuta
Que una ciudad como Cúcuta con todo el potencial para estar 20 veces mejor de lo que es en la actualidad, con el color verde que sus árboles pintan en las calles y avenidas, no pueda gozar del servicio público de agua de forma permanente en todos sus barrios es vergonzozo. ¿Ha servido entregar en concesión lo que antes hacían las Empresas Públicas Municipales?

Por su parte, una región de tanta riqueza como el Catatumbo, donde está el presente y el futuro del departamento, si bien amerita la fuerte presencia militar que se ha dado en los años más recientes, también requiere una altísima inyección de carácter social. No resulta lógico pensar que después de haberse extraído tanto petróleo de allí en la segunda mitad del siglo pasado las necesidades sigan estando a la orden del día.

Ahora bien, no toda la culpa es del gobierno central, aunque le cabe una responsabilidad bastante grande e ineludible. Tal vez un problema mayor ha estado representado en la pobre dirigencia regional, sobre todo en la de carácter político-partidista.

Apellidos ilustres que se han eternizado en el poder, representaciones en el Congreso de la República que han pasado de padres a hijos y demás familiares, carruseles de corrupción para no perder privilegios y tantas otras prácticas, unas más perversas que otras, han ayudado a empeorar cada vez más el panorama.

El diagnóstico no resulta novedoso. Lo que sí puede serlo es la actitud que la ciudadanía tome frente a esas realidades exluyentes, de injusticia y de inequidad, municipio por municipio. La jornada para elegir gobernador, alcaldes, diputados, concejales e integrantes de juntas administradoras locales está a la vuelta de la esquina. 

No sólo hay que mirar los nombres y hojas de vida de los precandidatos y candidatos a los cargos de elección popular, sino también los de aquellos que están dentrás de dichas campañas y empezar, por qué no, a castigar a los partidos y movimientos politicos a quienes el ejercicio del poder, entendido como servicio a la comunidad, les ha quedado grande.

No puede seguir tolerándose que cuando a un servidor público le va bien el grupo político gana, pero cuando resulta perjudicial para los intereses del pueblo, entonces es sólo el funcionario y su administración quienes terminen respondiendo y pagando los costos que de ello se deriven.

Los partidos y los movimientos son responsables de lo que hagan o dejen de hacer sus representantes. 

No debería estar lejano el día, ante la actual situación inmoral de alguna parte dirigencial del país, que cuando un gobernador o alcalde sea separado completamente de su cargo por comprobársele  ineptitud o corrupción en los manejos bajo su responsabilidad, se castigue a la organización política que representa impidiéndole postular candidato alguno en los comicios siguientes para esa misma posición.

En conclusión, el panorama en parte es desolador en muchos rincones del país, como Norte de Santander, pero confiemos en que lo mejor esté por llegar.

martes, 3 de mayo de 2011

Responsabilidad, independencia y honestidad

El periodismo, más que poder, debe ser en esencia contrapoder. Más que seguir profesando el mito de la objetividad, debe ser una práctica honesta y transparente. Más que hablar en representación de todos los ciudadanos, debe advertir desde que ángulo observa el mundo y en nombre de quiénes habla, para el caso de cada medio.

Son apenas algunas consideraciones que pueden surgir con motivo de la celebración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, hoy 3 de mayo, pero que no necesariamente responden a reflexiones actuales, pues mucha agua ha corrido bajo el puente en materia del ejercicio de la profesión desde su concepción liberal o tradicional , en la que muchos hemos sido formados, como también en aquellas otras que posibilitan espacios más amplios de discusión y menos dogmáticos que los  enseñados en salas de redacción y aulas de clase.

Hablar de la libertad de prensa tiene varias implicaciones. Una de ellas relacionada con la altísima responsabilidad que tenemos los periodistas de hacer valer el Derecho a la Información, entendido éste no sólo como la posibilidad de informar sino, de manera principal, el derecho que tiene la comunidad de recibir información veraz y oportuna para poder tomar sus propias decisiones en calidad del cumplimiento del ejercicio ciudadano de sus integrantes.

Otro hecho tiene que ver con la necesaria y permanente formación que deben buscar y recibir quienes habiendo pasado por aulas universitarias o aprendido en la universidad de la vida, mantienen el compromiso de hacer periodismo y, en consecuencia, velar por la libertad de prensa.

Libertad de prensa significa no hacer ni publicar lo que se antoje o venga en gana, sino en ayudar a construir de forma permanente procesos de lo público a partir de la comunicación pública, eso que nos interesa y convoca a todos dentro de espacios abiertos de discusión, donde el consenso es tan importante y respetable como el disenso, donde el interés común debe prevalecer, donde el pluralismo no  puede ser atacado.

Libertad de prensa no es otra cosa que actuar con responsabilidad buscando que sean los intereses periodísticos y no los empresariales o personales los que primen a la hora de decidir qué y cómo se publica. Sin embargo, esto no necesariamente implica que dicho tipo de intereses sean excluyentes.

Libertad de prensa es que los medios y los periodistas se autorregulen dentro de los supuestos que la misma deontología ofrece a través de los códigos éticos para velar por una actuación decente o proba del desarrollo profesional.

Libertad de prensa es que prácticas como la censura y, lo que es peor, la autocensura, desaparezcan. Bien lo explica el maestro Javier Darío Restrepo al decir que "la autocensura del periodista equivale a una imposibilidad de ver lo que sucede. El periodista renuncia a ser  los ojos, oidos y lengua de la sociedad e introduce en el cuerpo social la incapacidad de conocer lo que sucede, que es el paso previo para la pasividad y la manipulación".

Libertad de prensa es actuar con independencia frente a los poderes oficiales y privados establecidos y rendir cuentas ante el poder ciudadano, pues la información es un servicio público.

Libertad de prensa es entender que la verdad absoluta no existe, que lo que entregan los medios son interpretaciones y versiones de muchas realidades.

Libertad de prensa es tener claro que las historias no se presentan en blanco y negro, sino que existen diversos matices. Que la información y la opinión no tienen parte y contraparte, sino partes y contrapartes. Que el mundo no se puede leer únicamente con las dos opciones que ofrece una moneda: cara y sello.

Pero también libertad de prensa es que no se explote a los periodistas con largas jornadas de trabajo y salarios que representan el valor de algunas pocas horas. Que no se les considere 'buenos' cuando elogian y malsanos cuando critican o cuestionan.

Bien vale la pena recordar aquella declaración de Windhoek (Namibia) cuando a instancias de la ONU y por intermedio de la UNESCO entre el 29 de abril y el 3 de mayo de 1991 se discutiera sobre la necesidad de tener en el continente africano una prensa de carácter independiente y pluralista, ésa misma que es urgente reclamar para todo el mundo.

Fotografía inferior: En alguna madrugada de 1999, junto a Rafael Norberto Capacho, en pleno noticiero, apenas horas después de un atentado con explosivos contra las instalaciones de RCN radio Cúcuta. Como en la radio los ladrillos no hablan, entonces...al aire.