lunes, 23 de enero de 2012

Todos los días hay que pensar el periodismo


Rodrigo Pardo en su época de canciller.
Siguen siendo numerosas las críticas que se dejan leer de televidentes en distintos puntos de la geografía colombiana sobre la manera como los noticieros de los canales privados han venido haciendo énfasis sobre las noticias de carácter judicial, aquellas de crónica roja que tanto llaman la atención: homicidios y otros tipos de maifestaciones violentas que saltan casi siempre a los primeros lugares de los espacios informativos.

Muchas de esas voces críticas ciudadanas no dejan de tener razones de peso al considerar que los medios por atender de manera detallada acciones como las referenciadas terminan opacando o distrayendo la atención sobre otros asuntos de la vida nacional que merecerían tratarse con mayor profundidad como la corrupción, el desempleo, la misma inseguridad, la deficiente infraestructura vial o las reiterativas problemáticas en sectores como la educación y la salud.

No es que deban esconderse las historias que los reporteros noctámbulos, ahora de moda en la pantalla chica, recogen durante las madrugadas en calles y avenidas de Bogotá, principalmente. El asunto es que se les termina dando una dimensión mayor que, a falta de contextualización y seguimiento, comienzan y finalizan naufragando  todos los días en esa marea informativa a la que algunos aún no nos acostumbramos.

Ojala los cambios en las direcciones de noticias de los canales RCN y Caracol (RCN ya anunció a Rodrigo Pardo como nuevo jefe de sus informativos) sirvan para generar serias reflexiones sobre el quehacer periodístico y las implicaciones que de éste se derivan para ayudar a formar una opinión pública que piense y tome decisiones con base en estar bien y oportunamente informada, más allá de las pretensiones y conveniencias económicas y políticas de los propietarios y/o administradores de los medios.

Para alimentar la reflexión que se propone y sin ningún interés de satanizar a los medios de comunicación, pues son significativos los aportes que han hecho a la sociedad en buena parte de los casos, vale la pena retomar lo que el lingüista y activista político norteamericano Noam Chomsky diera en llamar las diez estrategias de los medios para manipular la opinión pública:


"1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. "Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)".

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado "problema-reacción-solución". Se crea un problema, una "situación" prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar.
Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como "dolorosa y necesaria", obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que "todo irá mejorar mañana" y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? "Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver "Armas silenciosas para guerras tranquilas")".

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. "La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)".

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes.
Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el "sistema" ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos."

lunes, 16 de enero de 2012

LLegó el tiempo de las acciones.

La Playa de Belén, Norte de Santander.
Transcurrida apenas la primera quincena de este 2012 donde la mayor novedad se presenta con el inicio de las nuevas administraciones de gobiernos regionales y municipales, resulta bastante ligero hacer evaluaciones profundas sobre el desempeño de los jefes de las entidades territoriales y sus colaboradores directos.

De todas maneras, es razonable no tener que esperar mucho tiempo para hacer unos primeros análisis de las intenciones y decisiones que hayan podido socializar, ya no en plan de candidatos sino de representantes de la rama ejecutiva.

Un mandatario seccional o local no es el dueño ni del departamento ni del municipio, respectivamente, sino el administrador y líder de los asuntos de interés público sobre los cuales debe tener conocimiento y comprensión para poder tomar decisiones acertadas en compañía de su equipo de trabajo.

En algunos casos se advierte todavía la penetración de aquellas fuerzas oscuras que siempre se posicionan detrás del poder visible para sacar mejor provecho del mismo, ubicando fichas estratégicas en diferentes posiciones donde se controlan prespuestos y determinaciones de mayor orden.

En otras situaciones pareciera asistirse a la renovación no solamente de nombres sino de estilos de hacer política, así los contradictores de turno, derrotados en las urnas, estén a la espera de cazar equivocaciones de los gobernantes para buscar deslegitimar tales mandatos populares o, en el peor de los casos, emprender campañas sistemáticas de desprestigio con ese mismo fin.

Lo cierto es que los ciudadadanos deben estar atentos, vigilantes, a las actuaciones de sus nuevas administraciones de gobierno y no dejarse guiar únicamente por lo que señalen o dejen de informar los medios de comunicación  periodísticos, pues en unas cuantas situaciones parecieran ejercer más una función político-partidista que de independiente control social, esto último como debe ser siempre.

De todas maneras, acabó el tiempo de las promesas y llegó el periodo de las acciones. Es lo mínimo de esperarse. Aquí no se trata de mirar quién es el más afable, carismático o demagógico goberrnante, sino el lider  eficiente que las comunidades reclaman para atender cientos de problemáticas y potenciar los grandes valores humanos, sociales y naturales que tiene Colombia.

Seguramente dentro de poco se dejen escuchar los acostumbrados balances que dan cuenta de los cien primeros días de mandato. Sin embargo,  es bueno y pertinente que la evaluación se haga día a día, despúes de estas primeras semanas de euforía propias de llegar, seguir o recuperar el liderazgo politico en los diferentes territorios.

Un sólo día de trabajo que gobernante alguno pierda es irrecuperable, no para él, sino para la comunidad. Ojala las veedurías ciudadanas y distintos grupos de control, además de los organismos oficiales, puedan ejercer el mejor papel para asegurar que lo que tenga que hacerse en función de lo público, se haga.

Sólo el tiempo dirá si los electores acertaron o se volvieron a equivocar. Para bien de todos, que sea lo primero.