viernes, 22 de octubre de 2010

La maldita fórmula del C.V.Y


Por estos días cuando el Congreso de la República está en la aprobación del presupuesto general de la nación para la vigencia 2011 y se observan los reclamos ya acostumbrados, con justa razón, de voceros sociales de sectores como la educación, la salud y la cultura, para hablar apenas de tres, por cuanto los recursos económicos de que dispondrán serán apenas los necesarios o inferiores para poder cumplir desde allí con una destacada tarea en beneficio de la población, surge la inquietud sobre los rios de dineros públicos que quedan en manos de los corruptos de Colombia, entre funcionarios oficiales, contratistas, proveedores, interventores, fiscalizadores de organismos de control, etc, etc, etc.

Las denuncias formuladas estas semana por el dirigente político Gustavo Petro sobre el presunto cartel de la contratación en la alcaldía de Bogotá que compromete, entre otros, al senador Iván Moreno Rojas; las declaraciones del empresario Miguel Nule, cabeza visible del tristemente famoso Grupo Nule, donde se sindica también a altos mandos del gobierno del expresidente Álvaro Uribe de actos de corrupción para la adjudicación de obras viales, se convierten apenas en pocos de los muchos ejemplos que de este tipo se presentan en el país. Algunos medios de comunicación dan cuenta de ellos en gobernaciones, alcaldías, institutos descentralizados, departamentos administativos y otras instancias del poder político.

Todas estas actuaciones vergonzozas deben investigarse a fondo y de cara a la luz pública, aunque en algunas oportunidades esos mismos investigadores hacen parte de la miseria humana que queda reflejada en estos casos, pues son serviles fichas de los corruptos y, por lo tanto, corruptos también.

Lo importante es que de esto se pueda hacer claridad y se castigue a los responsables teniendo el cuidado de no meter a todo el mundo en la misma canasta, pues los pícaros cuando se ven descubiertos tratan de hacer creer que quienes los rodean también lo son, de igual manera. Lo cierto es que mientras las universidades públicas claman por presupuestos dignos para su funcionamiento, mientras los ciudadanos del común piden a gritos que los atiendan en cualquier hospital y no los dejen morir en las afueras de las salas de urgencia, mientras los artistas y deportistas trabajan con las uñas para que en sus triunfos sean los gobernantes los que aparezcan en los medios abrazando a los campeones, mientras los damnificados por el invierno en los pueblos de la costa caribe se llenan de canas esperando las ayudas oficiales año tras año, no resulta entendible que a Colombia se la roben todos los días y aquí no pase nada.

Cada vez que un nuevo gobernante, una entrante administración en lo nacional, regional o local asume las riendas de la llamada cosa pública, jura y recontrajura atacar la corrupción, las prácticas clientelistas, los abusos de poder, pero en la práctica resulta lo contrario. No se sabe, en imnumerables ocasiones, si resultó peor la cura que la enfermedad, quien llegó que quien se fue.

Lo peor del cuento es que queda la sensación de tener una sociedad acostumbrada a situaciones de este tipo.

Frases como: "que roben, pero que hagan algo", "hay que aprovechar el cuarto de hora", "el que no saque su tajada es mucho hue...", "la plata, bien repartidita, alcanza para todos", han hecho carrera generando indiferencia frente a lo que sucede y, lo que resulta peor, amnesia comunitaria.

También nos hemos visto sometidos a las disculpas de siempre: "es una persecución política", "quieren acabar con nuestro partido (político)", "eso fue a mis espaldas"... Claro, el momento de efervescencia y calor no puede llevar, tampoco, a considerar que todos los presuntamente comprometidos son culpables, pues nadie deja de ser inocente hasta tanto se le demuestre lo contrario cuando en sano juicio así quede en evidencia.

Vale la pena proponer que los medios periodísticos nacionales y seccionales dispongan de espacios regulares o secciones en sus páginas y programas para dar cuenta de los avances o retrocesos de las investigaciones penales, disciplinarias y fiscales de mayor relevancia, por lo menos, pues la experiencia dice que el escándalo de hoy hace perder del panorama el de ayer y, mucho mas, los de los días anteriores.

La pauta publicitaria y las presiones o conveniencias político-partidistas y económicas no deben seguir convirtiéndose en elementos que continuen propiciando la censura y la autocensura en los medios. Las alianzas periodísticas para investigar serían de gran valor y se convertirían en fortaleza, no para juzgar, pues corresponde a los jueces esa función, sino para destapar las ollas podridas y exigir en representación de la sociedad las determinaciones de rigor, sobre todo en la provincia donde, precisamente, la sociedad civil pareciese no existir, espejo nada distinto al del orden nacional.

A no ser que nos parezca bien lo que ha venido sucediendo con casos emblemáticos como la toma del palacio de justicia o el magnicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento, para no mencionar muchas de las masacres de campesinos, donde años y años después los resultados dicen que lo más seguro es que quién sabe.

Billones y billones de pesos se roban los corruptos de Colombia en los sectores público y privado mientras al pueblo se le tiene pagando impuestos por todo lado, subsistiendo con salarios de hambre y sometido a permanentes sofismas de distracción.

No se sabe con qué tanta razón hay quienes hablan en los pasillos que dan a determinados despachos públicos que los contratistas que quieran resultar favorecidos con la ejecución de grandes o pequeñas obras deben, dentro de sus cuentas, saber que el 10, 20 y hasta 25 por ciento del valor de los contratos debe quedarse en el bolsillo de quienes los adjudican. Se dice, de la misma forma, que hay quienes muy habilmente han sido entrenados para hacer ese 'trabajo sucio' y procurar no dejar evidencias, así varios de ellos mismos filtren a los medios de comunicación las cosas turbulentas cuando les han hecho 'conejo' en lo que les correspondía de la famosa 'mordida'.

Maldita la fórmula del C.V.Y, esa que ha hecho carrera no ahora, sino desde hace rato: $ Y Ahí, Cómo Voy Yo $

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