sábado, 6 de julio de 2013

¿Qué queremos los colombianos?

Resulta apenas natural en una nación de 47 millones habitantes, como la colombiana, que frente a cualquier problemática o temática que se ponga sobre el tapete aparezcan diversas visiones e interpretaciones de las realidades.
 
Lo que no puede seguir ocurriendo es que sean unos pocos los que se sigan atribuyendo las formas de pensar el país, mientras la mayoría asiste a una especie de espectáculo en calidad de espectadora.
 
Todo pareciera estar tan bien orquestado que hasta los que son iguales aparentan presentarse como distintos, como contradictores. Un ejemplo fácil está representado en nuestros gobernantes: Uribe, Santos, Pastrana, Gaviria, etc.
 
Los colombianos caemos muy fácilmente en los sofismas de distracción que nos ponen a cada problema que debiera enfrentarse con profundidad y propósito de transformación. Por eso muy poco ha cambiado en 203 años de independencia.
 
Seguimos en la 'patria boba' surgida después del 20 de julio de 1810 cuando logramos la independencia de España y nos enfrascamos en unas luchas y ambiciones internas de poder que los mismos historiadores se han encargado de contar.

A quienes algún sector del pueblo elige como sus gobernantes parecieran olvidar sus promesas y los compromisos asumidos en épocas de campaña, pues la desigualdad sigue resultando evidente en todo el territorio colombiano a pesar de disponerse de las suficientes condiciones para lograr unos estados de convivencia armónicos y dignos.

El asunto es que a los colombianos nos mantienen demasiado ocupados pensando en cómo subsistir y haciendo que frases como 'sálvese quien pueda' terminen haciendo carrera en la cotidianidad de buena parte de los millones de habitantes que tiene el país.

Los medios de comunicación en alguna medida han ayudado a que las miradas de lo que significa vivir en Colombia y ser colombiano resulten sesgadas, pues las lecturas sobre lo que sucede en el territorio nacional terminan represadas en los mismos personajes de siempre, varios de ellos con intereses propios en los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros que, a su vez,  definen las distintas agendas que se ponen amañadamente en discusión para tomar decisiones no solamente en lo económico, sino en lo político, educativo y cultural, entre otros órdenes.

Las protestas sociales terminan siendo satanizadas, la propaganda negra sigue en pleno furor, los dineros públicos continúan convertidos en cajas menores y mayores de los avivatos de siempre, la contratación estatal queda en muy pocas manos, y con la excusa de apoyar y defender la inversión extranjera los recursos naturales se siguen explotando de forma cruel, arrasando el medio ambiente y dejando únicamente desolación y miseria en los poblados de las zonas afectadas.

Definitivamente el país se tiene que pensar desde la base, desde los estratos populares, pues quienes lo han dirigido durante todo este periodo de la independencia, salvo honrosas excepciones que seguramente existan, lo que han demostrado en incompetencia, egoísmo, corrupción y apetitos personales y familiares insaciables.

Ya es hora de pensar en serio qué es lo que queremos los colombianos. Por haberle dejado esta tarea a unos pocos es que el trabajo ha quedado mal hecho o, por lo menos, muy regular.

 

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