viernes, 21 de junio de 2013

Pobre región tan rica

Si existe en el departamento Norte de Santander una región que debiera sobresalir por su desarrollo y grandes ventajas competitivas sería la del Catatumbo. Sin embargo, albergar tanta riqueza pareciera ser una maldición de la que no tienen culpa sus habitantes.
 
Carreteras convertidas en trochas o, mejor, trochas que nunca han sido carreteras, presencia de todos los grupos al margen de la ley en los municipios que integran dicha jurisdicción geográfica, un abandono estatal evidente, amenazas contra muchos de sus dirigentes y cientos de promesas incumplidas, parecieran ser la realidad contundente y cruel de ayer y de hoy.

Resulta contrario a toda lógica sana pensar y observar que la riqueza petrolera que ha sido explotada desde principios del siglo XX, y las otras fuentes mineras y energéticas de la zona han servido sólo para enriquecer las arcas de las multinacionales y dejar aún más en la pobreza a los campesinos que habitan dicha región.

Los cultivos ilícitos, las mafias del narcotráfico, la presencia guerrillera, paramilitar y de las ahora llamadas bandas criminales, los miles de muertos y desplazados por la violencia,  han formado una cadena de acontecimientos cotidianos que pudieran resumirse así: la riqueza, para unos pocos; la fuerza que da el poder de las armas, para otros y, las necesidades insatisfechas y la miseria, para los habitantes de bien (la mayoría).

Más allá que las marchas campesinas puedan estar presionadas de algún modo por la insurgencia, algo que no sería raro por la penetración que allí ha tenido desde hace varios decenios a través de distintos grupos, lo cierto es que las denuncias y las movilizaciones sociales son la consecuencia de algo que no puede esconderse ni disimularse: el descarado abandono estatal.

Las marchas son consecuencia de la ausencia de muchas cosas, de aspectos básicos para la vida como buena educación, buena salud, viviendas dignas, vías de comunicación transitables, auténticas oportunidades de superación y desarrollo.

Ningún gobierno ha sido serio con el Catatumbo nortesantandereano. Las promesas de todos los presidentes de la república se han quedado en meras palabras. La dirigencia política y privada de la región históricamente ha hecho caso omiso a lo que desde Tibú, Ocaña y otros municipios se reclama.

El mandato de Juan Manuel Santos ha sido igual al de Álvaro Uribe Vélez y, el de éste, al de Andrés Pastrana, Ernesto Samper, César Gaviria, etc., etc., etc. para con la región. Puro cuento.

Recorrer el Catatumbo cada cierto tiempo es volver a encontrarse con los mismos problemas de siempre, con las mismas promesas de siempre, con la misma pobreza de siempre. Algo tan contradictorio en una de las regiones más ricas de Colombia y con personas de grandes talentos.

No resulta necesario tener cinco dedos de frente para saber que al Catatumbo colombiano es mucho lo que le sacan y muy poco lo que le dan.


 

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