lunes, 18 de julio de 2011

Un segundo aire

Hace varias semanas decidí darle vacaciones a los escritos en el blog al pensar en más de una ocasión que muchas veces se cae en la trampa de lo que especialistas en el tema llaman esquizofrenia cognitiva; es decir, en sólo ver las cosas desde un punto de vista negativo, asumiendo posturas desesperanzadoras y creyendo que las soluciones son teóricas porque en la práctica se convierten en un imposible.
Bogotá

Generalmente los seres humanos somos de extremos: o bien optimistas fabricando en cientos de oportunidades meras ilusiones o, en otras ocasiones, convirtiéndonos en especie de 'jinetes del apocalipsis' para pronosticar todo lo malo que ha de llegar, incluyendo la resignación.

Sin embargo, la vida misma nos enseña que si no fuera por el optimismo y las ganas de salir adelante la raza humana no tendría presente ni futuro. También, que si se deja atrás una actitud critica frente a las situaciones cotidianas por ordinarias que éstas sean dicha perspectiva no hace que el sol pueda taparse con un dedo.

De todas maneras haciendo un balance personal de los temas que seguramente hubiese escogido estos días para escribir unos cuantos párrafos, muchos de ellos serían recurrentes aunque con diferentes protagonistas:

La continuidad de los escándalos en el sector salud; las cifras que no terminan de 'cuadrar' entre niños matriculados en la educación formal y los dineros que gira el gobierno, en apariencia más de lo que se debe; la insistencia presidencial por terminar de feriar lo poco que queda de educación superior pública en Colombia.

Igualmente,  la corrupción alrededor (¿y al interior?) de la DIAN en el robo de miles de millones de pesos, el provocado descontrol en varios municipios del país con las ayudas a los damnificados por la ola invernal del reciente año, el sufrimiento de pobladores del departamento del Cauca a raíz de los ataques indiscriminados  de la guerrilla, etc, etc, etc.

En otras palabras, uno quisiera dejar de escribir sobre ciertas problemáticas pero la realidad nacional pareciera recordarlas a cada instante: homicidios, corrupción, indolencia, funcionarios incompetentes y candidatos políticos disfrazados con piel de oveja,  entre otras cosas más.

Lógicamente está la otra cara, esa que muestra la mayoría de connacionales que, pese a todo lo anterior, siguen soñando con un país más justo, equitativo y solidario. La de hombres y mujeres de bien que a diario se esfuerzan por desarrollar manifestaciones de paces, de respeto, de humanismo, hechos que tampoco se pueden desconocer y, mucho menos, dejar de visibilizar.

La marcha continúa para seguir intentando desarrollar el más grande de los poderes que tiene el ser humano: la palabra, pues a través de ella se informa, se comunica y se transforma.

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