lunes, 25 de julio de 2011

Para los de ruana... y los de cuello blanco, también

En Colombia estamos acostumbrados a que pase de todo y, a la vez, no pase nada. Siempre se ha intentado  vender la idea que a punta de reformas de papel en lo económico, lo político, lo agrario y lo judicial el país cambiará como por arte de magia.

Todavía se escucha el eco  provocado por la corrupción de grandes jefes de los organismos de control, algunos de los cuales fueron a parar a la cárcel, como casos excepcionales. Excepcionales porque hizo carrera que los delincuentes o pícaros de cuello blanco, no pueden tener otro calificativo, luego de hacer y deshacer recibieran como premio un cargo mejor en el país, bien en el sector oficial o la empresa privada, cuando no resultaban abandonando el territorio nacional...pero para irse en calidad de diplomáticos a ejercer como embajadores. Mejor dicho, aquí generalmente se ha puesto al ratón a cuidar el queso. 

Por ello, las medidas que vienen adoptándo al más alto nivel entidades como la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación pueden ayudar a devolver en parte la confianza perdida por los ciudadanos, en el sentido que en este lado del planeta, ordinariamente, todo cambia para que las cosas sigan igual.

Cañon del Chicamocha -Santander-
Lo cierto es que debe llegarse al fondo de los graves escándalos que sacuden a Colombia, así sean muchos y de diversa índole; así comprometan a 'prestantes' figuras de los órdenes nacional y regionales; así tenga que revisarse el funcionamiento institucional ; así haya que construir más cárceles.

Las chuzadas telefónicas efectuadas desde el DAS, los acomodados repartos de Agro Ingreso Seguro, los falsos positivos, la defraudación en la DIAN, el carrusel de la salud, la deshonesta contratación de obras públicas en Bogotá y otros puntos de la geografía nacional, son apenas algunos de los más sonados en los medios de comunicación, pero no los únicos.

Con simples discursos o frases postizas los implicados no se pueden 'bajar' por las ramas, así como las autoridades y entes de control están obligadas a demostrar la culpabilidad de quienes hayan actuado de manera fraudulenta. También la ciudadanía debe estar activa y pendiente de tales procesos para presionar resultados, pues lo contrario sería pensarse como simple espectadora de un espectáculo circense de pasajera diversión y/o preocupación.

Frases que han hecho carrera cuando a alguien se le descubre actuando de mala fe en el sentido que se trata de "una persecución política" están revaluadas, sin negar que en algunas ocasiones situaciones de ese talante se deben haber presentado, pues es de imaginar que los corruptos intentan sacar del camino a quienes no siéndolo se convierten en estorbos para sus torcidas pretensiones y acciones.

Seguramente no todas las personas señaladas en varios de estos sucesos sean culpables, eso lo determinan los organismos competentes, pero tampoco resulta iluso pensar que a lo mejor falta gente por incluir en tales listas negras.

Otro asunto que produce vergüenza es mirar las penas mínimas que algunos de los culpables deberán purgar privados de la libertad. Quince o diez años que terminan reduciéndose drásticamente por colaborar con la justicia, estudiar, comportarse bien y, falte ver, si hasta por ir a misa los domingos dentro de las cárceles mismas. Eso resulta risible.

No faltarán argumentos en el sentido que si no es de  esa forma entonces la aplicación de la justicia para someter a muchos de los responsables sería casi que imposible, pues pocos se atreverían a delatar a sus compinches. Puede ser cierto, pero tampoco sin que se tenga que generar una especie de burla para con la sociedad que observa cómo un pequeño tiempo después los corruptos de hoy se pasean muy orondos por las calles de las ciudades posando de hombres honrados y disfrutando de sus riquezas mal habidas, aquellas que lograron desviar hacia sus testaferros, antes de tener que devolver algunas.

Colombia, ha llegado el momento de demostrar que la aplicación de la justicia no es sólo para los de ruana.

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