lunes, 9 de mayo de 2011

¡ Llegó la hora !

Hospital Erasmo Meoz, Cúcuta.
Hace 12 años el entonces alcalde de cúcuta, José Gelvez Albarracín, propuso crear la República de El Zulia, que estaría integrada por el departamento Norte de Santander (Colombia) y algunas partes de los estados Zulia, Táchira y Mérida (Venezuela), logrando llamar la atención sobre la insatisfacción de la región por el tratamiento en materia de inversión que recibía la parte en mención del territorio colombiano, lo cual justificaba expresar el deseo de independencia.

Aún cabe recordar los titulares de los diferentes medios de comunicación, varios de ellos presentando la idea más a manera de curiosidad que propiamente porque la tomaran en serio, además de las posiciones encontradas que la iniciativa despertó en la zona, la mayor parte de ellas contrarias a lo planteado por el mandatario cucuteño.

El tema finalmente quedó en eso. No pasó de convertirse en un elemento anecdótico  como cuando se ha hablado de la creación de la República Independiente de Antioquia o la  de nuevos departamentos en el país (Ocaña, Magdalena Medio).

En la actualidad el tema ni se ha vuelto a mencionar y seguramente  no existan ese tipo de afanes, pues las regiones a uno y otro lado de la frontera, influenciadas geográfica y comercialmente por el lago de Maracaibo siguen tan unidas a uno y otro país como antes,  además de las afinidades culturales que muestran entre sí.

Sin embargo, no por lo anterior puede obviarse el grado de insatisfacción que para el caso particular de Norte de Santander sigue siendo alto, pues los reclamos se presentan sobre las mismas problemáticas históricas y las respuestas continuan a la par de las ya acostumbradas, que no pasan de ser en la mayoría de los casos simples paños de agua tibia.

No es posible que una región de tantas riquezas naturales no pueda comunicarse entre sí en materia vial, por ejemplo. Viajar de su capital, Cúcuta, a municipios de tanta importancia como Ocaña, Pamplona, Tibú, Sardinata o Toledo, sea en buena parte un calvario por el estado de las vías, bien porque llueve o hace sol. 

No es cuestión de ahora, por culpa de la ola invernal. Ésa ha sido la constante. Ni qué hablar de la red secundaria o terciaria del departamento, en general. Aunténticas trochas.

Avenida Los Faroles, Cúcuta
Que una ciudad como Cúcuta con todo el potencial para estar 20 veces mejor de lo que es en la actualidad, con el color verde que sus árboles pintan en las calles y avenidas, no pueda gozar del servicio público de agua de forma permanente en todos sus barrios es vergonzozo. ¿Ha servido entregar en concesión lo que antes hacían las Empresas Públicas Municipales?

Por su parte, una región de tanta riqueza como el Catatumbo, donde está el presente y el futuro del departamento, si bien amerita la fuerte presencia militar que se ha dado en los años más recientes, también requiere una altísima inyección de carácter social. No resulta lógico pensar que después de haberse extraído tanto petróleo de allí en la segunda mitad del siglo pasado las necesidades sigan estando a la orden del día.

Ahora bien, no toda la culpa es del gobierno central, aunque le cabe una responsabilidad bastante grande e ineludible. Tal vez un problema mayor ha estado representado en la pobre dirigencia regional, sobre todo en la de carácter político-partidista.

Apellidos ilustres que se han eternizado en el poder, representaciones en el Congreso de la República que han pasado de padres a hijos y demás familiares, carruseles de corrupción para no perder privilegios y tantas otras prácticas, unas más perversas que otras, han ayudado a empeorar cada vez más el panorama.

El diagnóstico no resulta novedoso. Lo que sí puede serlo es la actitud que la ciudadanía tome frente a esas realidades exluyentes, de injusticia y de inequidad, municipio por municipio. La jornada para elegir gobernador, alcaldes, diputados, concejales e integrantes de juntas administradoras locales está a la vuelta de la esquina. 

No sólo hay que mirar los nombres y hojas de vida de los precandidatos y candidatos a los cargos de elección popular, sino también los de aquellos que están dentrás de dichas campañas y empezar, por qué no, a castigar a los partidos y movimientos politicos a quienes el ejercicio del poder, entendido como servicio a la comunidad, les ha quedado grande.

No puede seguir tolerándose que cuando a un servidor público le va bien el grupo político gana, pero cuando resulta perjudicial para los intereses del pueblo, entonces es sólo el funcionario y su administración quienes terminen respondiendo y pagando los costos que de ello se deriven.

Los partidos y los movimientos son responsables de lo que hagan o dejen de hacer sus representantes. 

No debería estar lejano el día, ante la actual situación inmoral de alguna parte dirigencial del país, que cuando un gobernador o alcalde sea separado completamente de su cargo por comprobársele  ineptitud o corrupción en los manejos bajo su responsabilidad, se castigue a la organización política que representa impidiéndole postular candidato alguno en los comicios siguientes para esa misma posición.

En conclusión, el panorama en parte es desolador en muchos rincones del país, como Norte de Santander, pero confiemos en que lo mejor esté por llegar.

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