jueves, 1 de julio de 2010

¡ Pamplona, la ciudad de todos !

La cultura es una construcción social que se genera a partir de las formas en que los pueblos se miran así mismos y en su relación con los demás, lo que les permite formar y transformar de manera permanente esos procesos que terminan forjando sus identidades, significando y resignificando sentidos de vida. No se trata de ninguna definición académica, ni más faltaba, sino de pensar en el hecho de cómo las comunidades trazan sus propios destinos.

Nada más meritorio, entonces, que el valor que las mismas sociedades le dan a sus gestas, a sus antepasados, a sus luchas y fracasos, en una palabra, a su historia.

Por ello, dentro de la relación de ciudades y municipios del oriente colombiano y del país que pueden mostrar con orgullo esa historia, sus personajes, cultura, arte y tradiciones, entre otros aspectos, sin duda alguna está Pamplona a la cabeza. Mejor dicho, Nueva Pamplona del Valle del Espíritu Santo, como la bautizaran sus fundadores Pedro de Ursua y Ortún Velasco de Velásquez aquel primero de noviembre de 1549.

Sin embargo, lo que hoy motiva este escrito no es cosa diferente que destacar la celebración de los 200 años del grito de indepedendencia de Pamplona, ocurrido el 4 de julio de 1810, el segundo que se diera en el país, pues un día antes se había registrado en Cali.

De la mano de la distinguida dama Águeda Gallardo de Villamizar se vivió dicho momento 16 días antes que se diera el grito de independencia de Colombia, el 20 de julio del mismo año. Como bien lo reseñan Flor Delia Pulido y María Clara Valero en su cartilla sobre la Historia y Geografía de Pamplona, ésta desde 1795 "tuvo rango de provincia del Nuevo Reino de Granada y su capital era la ciudad de Pamplona, bajo la autoridad de un corregidor".

El 4 de julio de 1810 tuvo como antecedente el hecho que el corregidor de la época, Juan Bastús y Faya, ordenara disolver la fiesta que se celebraba en la plaza principal el 29 de junio como homenaje del pueblo a San Pedro, manifestando que la reunion no contaba con su aval. Doña Águeda lideraba el festejo. Dias después, citan Pulido y Valero en su texto, "se encontraron en la plaza principal de la ciudad don Juan Bastús y doña María Agueda Gallardo Guerrero. Entablaron una acalorada conversación y ante las insolentes palabras del mandatario, la aguerrida dama arrebató el bastón de mando que sostenia el corregidor Bastús en su mano. Inmediatamente la gente se amotinó alrededor, apoyaron a la señora Gallardo Guerrero, rodearon al mandatario y el pueblo enfurecido lo condujo preso al segundo piso de la Casa del Cabildo". A partir de ese momento los criollos empezaron a mandar.

Entonces, si la independencia de Colombia tuvo su excusa en el famoso florero de Llorente, para recordar lo sucedido en Santafé, en Pamplona fue la fiesta de San Pedro la que ayudó a prender el espíritu revolucionario, lo que alguien hoy podría llamar "alborotar el avispero".

Este rápido repaso quiere apenas significar y recordar la importancia de la ciudad de Pamplona dentro de la historia del país. Los 2.287 metros sobre el nivel del mar, sus 16 grados centígrados de temperatura promedio, el colegio Provincial San José, su universidad, la Semana Santa, su niño huerfanito y el señor del humilladero, la catedral Santa Clara, la fiebre por el oro cuando "pamplonilla la loca", radio Cariongo, el Seminario Mayor, la comunidad de las Clarisas, sus museos, el Palacio Arzobispal, el Tribunal Superior de Justicia, la casa de las marías, las colaciones, el hotel Cariongo ...

Y qué decir, además de doña Águeda, del maestro Eduardo Ramirez Villamizar, José Rafael Faría Bermúdez, Jorge Gaitán Durán, Oriol Rangel, Camilo Daza, Toto Villamizar, Leonardo Canal, Fernando Landazabal Reyes, Beatriz Daza, entre tantos otros personajes públicos y anónimos que han ayudado a dar brillo a la rica historia pamplonesa.

Porque estos 200 años del grito de independencia de Pamplona sirvan para continuar cosechando y recogiendo el espíritu de libertad de sus habitantes, para que lo que queda de su hermoso centro histórico sea cuidado al máximo, para que tenga vías de comunicacion decentes que la conecten con el resto del país, para que sus dirigentes entiendan que es mucho lo que falta por hacer y que de la sóla historia no se vive, para que la juventud conozca la importancia del suelo que pisan y sientan el orgullo de hacerlo.

Ahora, desde hace rato está claro que Pamplona no es sólo de los pamploneses, sino que también le pertenece a los miles de jóvenes que han llegado ilusionados a formarse como profesionales en la casa de estudios de educación en lo superior, que honrosamente lleva el nombre de la ciudad. De igual manera, de quienes han visto en esta tierra la posibilidad de trabajo en diferentes facetas de la vida humana, de quienes aquí han encontrado el amor de sus vidas al són de una serenata junto a la neblina, de quienes siendo de otras tierras han visto a sus hijos nacer o crecer en este valle, de quienes entonan con sentimiento el "noble pueblo blasón de la historia", de quienes compran el pan donde Araque, el ponqué en la casa de las Sandoval y el jamón en el negocio del alemán.

Esta fiesta lo es, de la misma forma, de aquellas otras poblaciones que años atrás vivieran su fundación a través de los expedicionarios salidos de Pamplona para darle nacimiento a Merida, San Cristobal y la Grita, en Venezuela, y Ocaña, Salazar de las Palmas, Bucaramanga y Cúcuta, en Colombia, para citar algunas.

Para que Pamplona, junto a sus titulos de ciudad patriota, precursora de la independencia, mitrada, estudiantil, del saber, educadora, del espíritu santo, universitaria, fundadora de ciudades...en fin, siga siendo "la ciudad de todos".




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