jueves, 22 de julio de 2010

Rompen los gobiernos, nunca los pueblos hermanos


Las falsas democracias, de derecha o de izquierda, son tan peligrosas como las peores dictaduras que el mundo haya conocido en su historia, porque al final terminan mostrando de una u otra manera sus desbordadas ambiciones de poder y queriendo arrastrar y poner a sus pueblos como carne de cañón y excusa de los conflictos entre sus gobernantes.

Tan graves como las denuncias de Colombia sobre el encubrimiento del gobierno venezolano de líderes guerrilleros que han cruzado la frontera y permanecen, supuestamente, a sus anchas en ese país, es el rompimiento de relaciones diplomáticas declarado por el Presidente de la República Bolivariana Hugo Chávez Frías, lo cual ahondará más la crísis política y económica entre el par de naciones, y cuyo impacto se hará sentir con más fuerza en las zonas de frontera.

Era apenas de esperarse que una cosa desembocara en la otra. La exigencia colombiana de verificar los presuntos campamentos de la guerrilla en regiones como el Estado Zulia no iba a tener aceptación por parte de los vecinos, y la mejor forma de distraer la atención ha sido la protagonizada por el mandatario nacido en el mismo territorio donde lo hiciera Bolivar, quien debe estar dándose golpes de pecho en el más allá por las cosas que hacen los líderes de ahora en el más acá.

Entre Colombia y Venezuela existen 2119 kilómetros compartidos de frontera terrestre que unen dos porciones de América y que sirven como punto de encuentro de un mismo pueblo, uno sólo. El sol y la luna que alumbran no son diferentes, ni siquiera el idioma nos separa. El chamo de allí es el toche de aquí, las coplas de los llaneros patriotas son las mismas de los hombres del Arauca vibrador. Hasta en los reinados mundiales de belleza ya sabemos que aunque las venezolanas generalmente ganan, las colombianas obtienen triunfos morales, cuando no el virreinato. Las victorias de los unos en fútbol son de los otros en el beisbol.

¿Qué habitante de frontera no ha pasado a uno u otro lado para mercar en el Carrefour o el Éxito de Cúcuta, o en el Garzón o La Gran Parada de San Cristobal, para hablar no más de sitios de las capitales de Norte de Santander y del Táchira?. Si antes veíamos por la televisión a Topacio, ahora lo hacemos con Betty la fea.

Cómo decirles a las miles de familias que tienen lazos directos de sangre a lado y lado que los gobiernos que han escogido son incapaces de ser solidarios y corresponsables de sus actos. Será tanta la convivencia entre los pueblos que la mamá cuenta dinero en pesos pero unos kilómetros más allá su hija o sobrina lo hace en bolivares fuertes. Será tanta la confraternidad de las naciones que la Vuelta al Táchira en bicicleta no es la misma sin pedalistas colombianos, como una temporada de baloncesto en Colombia sin los encestadores patriotas.

¿Qué venezolano no se ha maravillado con Cartagena de Indias y qué colombiano no ha disfrutado de Isla Margarita, cuando han podido recorrerlas?

Ahora, dentro de todo este panorama, qué podrán pensar los indigenas Wayú de la península de la Guajira que habitan el norte de Colombia y el noroeste de Venezuela sobre el mar caribe, que por razones ancestrales y culturales no distinguen entre uno y otro suelo, porque simplemente para ellos no hay frontera.

Es apenas evidente que los proyectos políticos y económicos de Colombia y Venezuela andan por orillas contrarias, nada de otro mundo, pero esa situación no puede exponer a mayores niveles de angustia a las gentes de aquí y de allá, ni a falsos nacionalismos ni a llamados gratuitos de dignidad nacional en una y otra parte.

En lo particular, siempre he creido que los pueblos están por encima de sus gobernantes. Esta oportunidad no es la excepción. Ahora, si quienes nos gobiernan son delincuentes o tienen tratos con estos, pues hay que desenmascararlos. Si esa ha sido la tradición, entonces hay que acabar con ella.

Es un gran reto para la diplomacia internacional ayudar al entendimiento claro y transparente, no de las naciones, sino de sus gobiernos. Reto para la Organización de Estados Americanos, OEA; reto para la naciente Unión de paises sudamericanos, UNASUR; reto para los intelectuales, reto para los artistas, reto para los universitarios, reto para los ciudadanos de a pie, reto para los industriales, reto para los comerciantes...

En una relación de pareja cuando no hay entendimiento se parten cobijas y cada cual por su lado. Muchos ni se vuelven a ver. Aquí la cosa es diferente: por siempre vecinos. Esto implica que estamos condenados, en el mejor sentido, a entendernos. Siempre hermanos.

Hasta ahora han hecho más por la integración Juanes y Ricardo Montaner cuando decidieron dar el primer concierto de Paz Sin Fronteras sobre el puente internacional Simón Bolivar entre Villa del Rosario y San Antonio, acompañados de Carlos Vives, Miguel Bosé y otros artistas más, que dos jefes de Estado que han estrechado sus manos, se han peleado y se han reconciliado según sus conveniencias, además, claro está, de situaciones notoriamente contrarias a aquellas que demandan las relaciones internacionales.

Se distancian los gobiernos, jamás los pueblos hermanos.



1 comentario:

DIALHH dijo...

Son muy ciertas sus palabras profe, da mucha tristeza saber que dos hermanos de sangre fluviales como el Orinoco nos recorre y nos alimenta, somos hijos de la misma madre tierra y seamos capaces de sentir un odio infundido por dos personajes que se excusan en cualquier situación para paliarse y no tener la valentía ni la gallardía de los próceres que dicen seguir y encarar los problemas que nos están dejando a nosotros y a toda nuestras descendencias; que tristeza nuestras patrias se desangra con tanta violencia intelectual y armada que rico seria volver a ver la "gran Colombia" de Simón Bolívar, Francisco de Paula entre otros, peleando por un mismo fin y no unos colombianos y unos venezolanos hiendo por su camino separados. ¿hasta cuando?