jueves, 13 de septiembre de 2012

Los medios y la paz: verdad y prudencia

¿Cuál debe ser el papel de los medios de comunicación en un proceso de paz? Seguramente la pregunta tenga múltiples posibilidades de respuesta.

Una primera, por encima de otras, es la de no atizar el estado de confrontación armada, más allá de las concepciones político-ideológicas que tengan sus propietarios y directores.

Un segundo rol está en la fiscalización, a nombre de la sociedad, para evitar que sea la propaganda, la desinformación y los sofismas los que terminen orientando el proceso.

La primera razón no riñe con la segunda, pues los medios de comunicación deben ser siempre contrapoder. ¿De quiénes? De quienes están en el poder y de quienes quieren llegar al mismo. La idea de ser contrapoder supone, entre otras cosas, ser vigilantes permanentes de lo público para evitar abusos contra todo aquello que implique el bien común y que,  por lo tanto, atente contra éste.

Son variadas las argumentaciones que se escuchan y leen sobre la tarea ideal de los medios informativos en el cubrimiento periodístico del proceso que abre, una vez más, la posibilidad de que el conflicto armado interno que vive el país llegue a su fin, que no de la violencia, pues existen otros actores que insisten en la misma.

Quienes dirigen y participan en la construcción de las agendas informativas no deben olvidar que uno de los principios motores del periodismo es narrar y opinar sobre la verdad, entendiendo que cada cosa pueda tener muchas verdades y que ésta no exista en términos absolutos.

La verdad y la honestidad misma son ideales éticos que deben estar presentes en todo momento, así los costos que deban asumirse en algunos casos resulten riesgosos y sean objeto de diversos tipos de presiones.

Acompañado de lo anterior debe dejarse buen espacio para la prudencia. De eso los medios debieron aprender  bastante durante el proceso del Caguán para no repetir hoy los mismos errores, pues en oportunidades parecía estar observándose y escuchándose informaciones llenas más de colorido y espectáculo que de apuesta para la consecución de un objetivo nacional: poner fin a la violencia guerrillera y ayudar a tener un mejor país, donde todos tengan derecho a vivir dignamente.

El afán de la 'chiva', de la primicia, de la noticia extraordinaria, del último minuto, de las cosas políticas superficiales, no es que deba desaparecer, pero por lo menos deben dejar de ser prioridad.

La historia reconocerá a los equipos periodísticos que informen, analicen de buena manera y que ayuden a la circulación de sentidos coherentes sobre el proceso, no a aquellos que lo hagan primero, rápido, de forma descontextualizada, queriendo ganar rating y convertirse en protagonistas de una situación donde no están llamados a serlo, aunque sí a escribir parte de la historia que se construya.

Retomando alguna frase que reza: "Lo difícil no es saber que hay que hacer lo correcto. Lo difícil es saber qué es lo correcto", puede servir para abrir el debate permanente sobre el papel de los medios y, sobre todo, para que la ciudadanía esté atenta no solamente a recibir información, sino a exigir información de calidad. 

De la responsabilidad y seriedad con que actúen los medios de comunicación y periodistas dependerá en buena parte que el pueblo colombiano se forme una idea real sobre el llamado proceso de paz, desde ahora y hasta la fase que el mismo proceso llegue.


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