viernes, 27 de julio de 2012

El sueño de los juegos

Se inauguraron hoy los juegos olímpicos en Londres. Las delegaciones que desfilaron en representación de 204 partes del planeta tuvieron dos elementos que conmueven en un mundo a veces tan superficial: sonrisas y amistad.

Los Juegos Olímpicos, más haya de hacer explícitos los desarrollos y poderíos económicos de unas naciones y la pobreza y desatención de la mayoría respecto al alto rendimiento en disciplinas deportivas, hace manifiesta la mejor oportunidad para ver a los seres humanos como siempre deberían estar: integrados, más haya de sus múltiples diferencias.

Lo que identifica al planeta es la diversidad. Lástima que en algunas oportunidades sean las gestiones violentas y no pacíficas las que terminen ganando protagonismo.

El orgullo de cada deportista desfilando al lado de la bandera de su respectivo país, los abrazos emocionados de quienes ven cumplidos sus sueños por el simple hecho de hacer parte de la cita olímpica, los aplausos destinados a cada delegación presente, la sensibilidad a flor de piel para quienes a la distancia tuvismos que contertarnos con ver el momento inaugural a través de la señala de televisión, es algo que deja huella.

Lo que queda demostrado cada cuatro años en los juegos es que si por los jóvenes del mundo fuera, las disputas armamentistas, de poder político, de idolatrías a modelos económicos excluyentes, entre otras causas y consecuencias, no tendrían razón de ser.

El planeta es uno sólo, la raza humana es una también. Por eso, unas justas deportivas como la presente tienen razón de ser para llamar la atención del globo en general sobre la necesidad de vivir en y con la mayor armonía posible, a partir de elementos de lealtad, solidaridad y corresponsabilidad permanentes, estrictamente necesarios.

Mas allá de ganadores y vencedores, deportivamente hablando, los juegos olímpicos de Londres 2012 han de servir para demostrar que la competencia no está diseñada para menospreciar al contrario, al debil, al necesitado, al incesperto. Por el contrario, para enseñarle cada día a ser mejor, a superarse, a saber que puede dar más.

Que la llama olímpica vuelva a despertar e iluminar la conciencia de las naciones, sobre todo de las pocas privilegiadas,  para entender que la grandeza del hombre está dada en el servicio y el entendimiento con los demás.

¡Qué brille el espíritu olímpico!

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