jueves, 26 de agosto de 2010

Hasta siempre, Monseñor


Sobre las 10 de la noche del 25 de agosto murió Monseñor Jaime Prieto Amaya, Obispo de Cúcuta, tras permanecer varias semanas internado en una clínica de Bogotá. Sin duda, fue una de las voces de la jerarquía católica colombiana a quien se le escuchó con mayor respeto sobre las problemáticas sociales del país.

A la capital de Norte de Santander había llegado apenas en febrero de 2009 a tomar posesión como lider espiritual de la diócesis, luego de permanecer por espacio de 15 años en Barrancabermeja cumpliendo con esa misma tarea.

Hasta donde tengo entendido, a Monseñor Prieto Amaya a lo largo y ancho del magdalena medio se le respetaba tanto como se le quería. Era toda una autoridad a quien a través de medios de comunicación y otras instancias se le escuchaba siempre el clamor en contra de la violencia y a favor de los más desprotegidos.

En Cúcuta no tuvo que transcurrir mucho tiempo para que la feligresía se diera cuenta del talante y la fortaleza de su pastor para reclamar por la superación de diversas problemáticas que las comunidades afrontan.

Jaime Prieto Amaya fue de esos sacerdotes que no acomodan sus discursos para estar de lado del poder político de turno, sino que se constituyen en contrapoder para alzar la voz, reclamar y actuar. Había nacido en Bogotá el 27 de marzo de 1941, se deja leer en el perfil que entrega en su portal de internet la Conferencia Episcopal Colombiana, de la cual era el Presidente de la Comisión de Pastoral Social y Caritativa.

De manera coincidencial, por este mes, el 29 de agosto de 2009, falleció el entonces Arzobispo de Pamplona, Gustavo Martinez Frías, otro hombre comprometido con lo comunitario, tanto como que fuera el fundador y presidente de la Corporación Nueva Sociedad de la Región Nororiental de Colombia (Consornoc), cargo al que había llegado Prieto Amaya en su reemplazo desde hace algunos meses.

Estas situaciones de fuerza mayor así como el traslado del Obispo Camilo Fernando Castrellón Pizano de la diócesis de Tibú a la de Barrancabermeja, obligan a la Santa Sede a ocupar en el menor tiempo posible dichas posiciones, la de Cúcuta y Tibú, pues la de Pamplona fue asumida ya por Monseñor Luís Madrid Merlano en propiedad.

En un año, tres hombres comprometidos de lleno con el trabajo social en Norte de Santander como Martinez Frías, Prieto Amaya y Castrellón Pizano se han ido, los dos primeros para siempre. Grande es el reto que queda para sus sucesores.






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