sábado, 23 de noviembre de 2013

De algunos contratos públicos.

Cada vez que asoma una millonaria inversión de carácter público, a la mente llegan esos malos pensamientos que preguntan:
 
¿De cuánto será la comisión para el funcionario de turno?
 
¿De todos esos millones, qué plata irá a parar al bolsillo de los corruptos?
 
Quienes se ganaron el contrato, además de su idoneidad profesional, ¿tuvieron que haber aportado algo más?
 
A ese nivel ha llegado la corrupción en el país que prácticamente todos desconfiamos de todos, y de todo.
 
Esa ha sido la gran herencia que nos ha dejado la tradicional clase política colombiana que, de vez en cuando, pretende camuflarse en nuevos partidos y/o movimientos que bajo el amparo del término (más no del concepto) de democracia, pretende mostrarse como la salvadora de una patria herida.
 
Lo peor del asunto es que todo parece haberse convertido, no sólo ahora, en un eterno círculo vicioso: el gobernante que pide comisión, para acomodar una licitación a ciertos perfiles e intereses; el contratista que ofrece plata, a cambio de ser el escogido para ejecutar determinada obra; el interventor que también quiere, a cambio de otra parte de la tajada, dar un visto bueno de algo ejecutado a medio hacer.
 
La conclusión es que nos estamos quedando con muchos ladrones de 'cuello blanco', poca efectividad de los organismos de control, y obras mal hechas. Dicho panorama pareciera estar presente en diversos niveles: desde pequeños y medianos municipios, hasta las grandes urbes.
 
En Colombia habrá paz el día que no haya corrupción, el día que los recursos que se destinen a sectores como educación, salud, cultura, deporte, vías y servicios públicos, se inviertan en su totalidad para lo que fueron destinados, no a medias, como sucede.

Lo que ocurre puede resultar común, pero nunca normal. En eso no debemos equivocarnos y creer que estamos condenados a la triste suerte de aceptar que unos poquitos sean los que sigan haciendo con los recursos públicos lo que se les venga en gana. ¡No señor!

Aquí hay personajes que siguen mandando y delinquiendo desde las cárceles y despachos oficiales, dando órdenes sobre lo que se puede y no se puede hacer, repartiendo a quién le corresponden tantos votos cautivos para las próximas elecciones, recibiendo  a través de testaferros los frutos de sus mal adquiridas ganancias, haciendo cómplices a algunas autoridades de sus malos procederes.

Para dar nombres hay que tener pruebas, pero... ¿De quiénes sospecha Usted? ¿Tienen fundamento esas sospechas? No es sino hacer algo de memoria  par que empiecen a brotar los nombres.

A tal descaro ha llegado el poder de la corrupción que los políticos y contratistas corruptos ruegan para que haya desastres, muchos desastres y necesidades, pues con ellos llega el botín presupuestal a repartir. Y más se alegran cuando escuchan decir a algunas gentes del común: 'Que roben, pero que hagan algo', como si eso legitimara su accionar criminal.
 
 

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