miércoles, 16 de noviembre de 2011

Con cabeza fría

Pasada la contienda electoral y enfriados los ánimos de ganadores y perdedores ahora asoman nuevos retos para departamentos y municipios del país en cabeza de quienes serán sus líderes a partir del próximo uno de enero de 2012.

Ya no se trata de las promesas hechas durante la campaña proselitista o de analizar cómo le fue a las firmas encuestadoras en las grandes ciudades, pues situaciones de ese orden han pasado a ser simples anécdotas. 

Por el contrario, es tiempo de realizar análisis sobre  el futuro inmediato que le espera a las entidades territoriales en mención, con base en los compromisos serios asumidos por las personas electas, o reafirmando las dudas éticas que siguen pesando sobre varios de los elegidos.

Lo clave es que no se repita la historia en el sentido de encontrar gobernantes que guarden silencio frente a actuaciones irregulares de sus antecesores por hacer parte de la continuidad de partidos y movimientos políticos, en ciertos casos, o asumir la postura de criticar por criticar todo lo hecho con anterioridad, en algunos otros.

Los procesos de empalme que han empezado a efectuarse entre las administraciones salientes y entrantes deben ser de cara al pueblo, ojalá en especies de audiencias públicas cuando se tengan resultados consolidados, para evitar que luego entren las especulaciones a hacer de las suyas. Es lo menos que se puede pedir.

En otras palabras, pasar la mitad de los periodos de gobierno atribuyendo culpas a quienes ostentaron el poder político-administrativo los cuatro recientes años, y la otra mitad explicando que varias de las cosas propuestas durante la campaña no se harán o quedarán a medias, no resulta aceptable por más que se haya vuelto común.

Uno de los problemas mayores tiene que ver con la desconexión que buena parte de los votantes, y de los  no votantes también, hacen después del periodo electoral  de sus intereses individuales y de aquellos otros que deberían tener relación con el bien común o colectivo, prestando poca atención en la práctica a lo que hagan o dejen de hacer sus gobernantes.

Hoy más que nunca las veedurías ciudadanas deben ejercerse cotidiniamente para vigilar las actuaciones de funcionarios y servidores públicos, pues no resultaría comprensible que las mafías de la contratación siguieran operando a sus anchas, por ejemplo.

Otro aspecto que resulta de la mayor significación se relaciona con la composición de los gabinetes de gobierno, a nivel de secretarías de despacho e institutos descentralizados. La creencia que se tiene es que muchas veces esa repartición de cargos se hace respondiendo más al pago de favores políticos y otros tipos de compromisos, que a la idea de tener acompañantes idóneos, honestos y competentes.

En esta situación particular gobernadores y alcaldes comenzarán a demostrar para qué se hicieron elegir: para buscar las transformaciones que la sociedad reclama o, simplemente, para seguir en las mismas, con los mismos. 

Se espera que aquellos pulsos políticos donde el voto ciudadano fue superior a las maquinarias políticas se refrende con una muy buena gestión pública de quienes obtuvieron la confianza popular. Éstos candidatos triunfadores están obligados moralmente a no defraudar.

Para los otros casos donde fue el manejo politiquero, populista y de intimidación el que ganó, está dada la oportunidad para que los personajes victoriosos corrijan el camino y terminen 'tapándole la boca' con un buen periodo de gobierno a quienes consideran que las cosas irán de mal en peor.

Ojala sean las comunidades las que ganen durante los siguientes  cuatro años y no las cuentas bancarias de aquellos personajes que le hacen daño a la política y al país.

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