jueves, 2 de diciembre de 2010

Otras metas... Nuevas ilusiones


Si existe una época especial, inolvidable y llena de recuerdos a montones , ésa se llama colegio. Es una fascinante combinación entre dejar de ser niño, iniciar la preadolescencia hasta llegar a alcanzar la adolescencia y proseguir el camino que lleva a convertirse en adulto, hombre o mujer.

Las amistades que se construyen y guardan en el corazón y la mente para toda la vida, las relaciones de noviazgo que aparecen tarde que temprano, los sueños que empiezan a vislumbrarse para mas tarde, los buenos maestros que dejan una huella eterna, los padres y familiares de los compañeros de salón que se convierten a la vez en los de uno ... En fín, una experiencia única e irrepetible.

Se puede estar en el más afamado de los planteles o, incluso, en el mas modesto de ellos, pero las historias seguramente sean similares, al igual que las emociones y sensaciones que se hacen presentes cuando termina esta etapa de la vida.

Amigos y compañeros con quienes se disfrutaron muchas jornadas año tras año y que ahora parten a buscar nuevos rumbos, algunos más inciertos que otros. Rostros a los que se no volverá a ver con mucha frecuencia, aunque ahora las redes sociales permiten contactos cotidianos, así sea en lo virtual. En mi época sobraban las promesas de intercambiar cartas y telegramas, además de programar encuentros presenciales, que con el paso del tiempo se iban evaporando por esas cosas que la vida tiene o, mejor, que los que decimos ser mayores tenemos.

Los salones y pasillos del colegio empezarán a quedar en el recuerdo para quienes entre la semana anterior y la presente se han hecho merecedores de sus títulos de nuevos bachilleres al finalizar el grado once, ése mismo que hasta hace algún tiempo era el sexto bachillerato.

En lo personal, tengo presente aún cada uno de los rostros juveniles que acompañaron ese camino de la academia y de la vida en mi colegio, el Departamental Integrado Nuestra Señora de las Mercedes de Sardinata, orientado por la comunidad religiosa del Cardenal Sancha. Melco, Esmaralda, Pedro, Alfredo, Liana Rocío, Fabio, Rebeca, Henry, Helmer, Fernando, Vilma, Humberto, Adriana, Enrique, Nury, Alfonso, Nancy y Edward. Todos, los scouts pescadores y gaviotas traidoras que armaban los sancochos en el rio y disfrutaban de los fines de semana en los bailaderos del pueblo.

Cómo olvidar también a la titular del grupo, Sor María Julia, y a profesores como Darío, Raúl, Pedro, Alirio, Carmenza, Cecilia, Miguel Ángel, Sor Celeste, a los sacerdotes Gilberto, Andrés, Ramón, entre tantos nombres más que continuaron con la tarea iniciada por los docentes de primaria.

En las ceremonias de graduación no se sabe quién es el más emocionado, si quien egresa del colegio o sus padres. Lo cierto es que es el cumplimiento de una meta que llena de orgullo a todos y que abre otras posibilidades, nuevos senderos por recorrer, otras luchas por dar, más desafios por asumir, sueños por conquistar.

Para todos los nuevos bachilleres de Colombia, felicitaciones, ustedes tienen que ayudarnos a construir un presente y futuro mejores, seguramente una responsabilidad que nunca pidieron pero que sabrán asumir.

En particular para Jonathan Javier, mi hijo mayor, el más fuerte de los abrazos y el más grande de los besos por el reconocimiento que hoy recibe en Cúcuta, fruto de sus calidades humanas y esfuerzos académicos. La ingeniería que sueña lo está esperando, para que dentro de poco tiempo escale otro peldaño más. Su meta de hoy me hizo recordar la mía y la de mis amigos hace ya casi un cuarto de siglo.

A quienes lean esta nota, a lo mejor les haga traer a la memoria esos que podriamos llamar "los años maravillosos", como aquella serie de televisión norteamericana.

¡Felicitaciones a todos!


Fotografía: promoción bodas de plata Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, Sardinata. 1986.

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