sábado, 22 de diciembre de 2012

¿Por qué no se acabó el mundo?

Pasó el 21 de diciembre sin mayor novedad. Mejor dicho, la novedad hubiese sido que el mundo se acabase y hoy no pudiera estar escribiendo esto.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Dos años sin Gramalote, pero con gramaloteros

Hace dos años, un día como hoy, una falla geológica hizo que un pueblo lleno de vida, gente buena y trabajadora, de un momento a otro se convirtiera en una localidad fantasma, pues todo aquello en apariencia firme empezó a desbaratarse como un castillo de naipes y de las edificaciones sólo ruina quedó.

Son dos años ya donde los gramaloteros lo único que han recibido, además de algunas ayudas económicas en estos casos de emergencia que el gobierno ofrece, son promesas, promesas y más promesas.

Se les dijo que la necesaria reubicación de la cabecera urbana iba a ser en el menor tiempo posible y de una manera tan impactante que toda Colombia estaría orgullosa del nuevo Gramalote, incluida en su parque principal la estatua del lider conservador Laureano Gómez.

Por ahora lo único que se tiene es, después de muchas dilaciones y polémicas, un terreno cercano para levantar las viviendas y las diferentes obras de infraestructura.

Las promesas, promesas y promesas, empezando por las de la Presidencia de la República , lo único que han logrado es dilatar un proceso que ha sido demasiado lento y que, incluso, ha llevado por esa misma dinámica adoptada,  a desilusionar y dividir a los propios gramaloteros sobre los intereses comunes que los identifican.

martes, 11 de diciembre de 2012

De reforma en reforma ...todo sigue igual


Fotografía tomada en algún pueblo de Boyacá en 1987

Los colombianos parecemos acostumbrados a que cuando el gobierno nacional y el Congreso de la República hablan de reformas sabemos que poco o nada va a cambiar, por lo menos para bien. Lo que hacemos es encomendarnos al poder divino para que no nos vaya tan mal.

Las intentonas y realidades recientes parecen corroborar dicho panorama, nada diferente a lo ocurrido en épocas anteriores, a decir verdad.

Probablemente lo que sí habría que reformar: el sistema presidencialista, el Congreso bicameral, el lento poder judicial, la concentración en pocas manos de los medios de comunicación, además de la apatía de algún sector de la población, es lo que menos cambia.

Si no es por la sensata y visible oposición de los estudiantes durante 2011 hoy tendriamos una reforma a la Ley 30 o de Educación Superior que, tal como la concebía el ministerio del ramo, en nada hubiera beneficiado al país, empezando por las instituciones oficiales.

La fallida reforma a la justicia tuvo que verse aplazada también por todos los 'micos' que quisieron colgársele para favorecer a muchos de quienes la iban a aprobar (o a sus amigos y jefes políticos corruptos) en el Senado y la Cámara de Representantes.

Ahora, con la pretendida reforma tributaria no todo está claro, por lo que quedan muchos intgerrogantes que antes de cualquer aprobación deberían ser resueltos, para evitar las desagradables sorpresas que algunos entendidos en la materia advierten de antemano, en el sentido de denunciar el favorecimiento de quienes siempre salen ganando en estos casos: los pocos ricos del país y las empresas multinacionales.

La proyectada reforma al fuero militar es el otro asunto que lo deja a uno pensando: ¿Acaso la aplicación de Justicia no debería ser una? ¿El fallo depende de si es un juez civil o uno militar el que condena o absuelve sobre determinado caso? ¿Así de manipulable es la aplicación de justicia en Colombia?

Además de lo anterior, no hay que olvidar lo que consuetudinariamente ha sucedido en otros escenarios como la salud, la parte agraria, el deporte, la cultura, etc. etc. etc.

Otro ejemplo mayor pero conectado a los anteriores: en 1991 luego de una Asamblea Nacional Constituyente el país estrenó Constitución Politica. A 2012 son muchas las reformas que se han hecho de la Carta Magna para acomodar ciertas situaciones, varias de ellas respondiendo a asuntos particulares disfrazados como de interés público y, otras, intentando limitar aquellos espacios ganados por la ciudadanía.

A lo mejor, con poco margen para la equivocación, puede reiterarse la idea central del primer párrafo: en Colombia nos acostumbramos a hacer reformas para que todo sigua igual, por lo menos para el pueblo pueblo. No sé si esperar algo diferente de nuestra 'dinámica' y emotiva clase política sea pedir mucho o tenga bastante de ingenuidad.