martes, 13 de diciembre de 2011

El profesor y sus estudiantes

Muy comentado ha sido por estos dias el artículo del profesor Camilo Jiménez quien renunciara a su catedra en el programa de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, cansado que sus estudiantes no pudieran desarrollar la competencia escritora con unos mínimos de calidad. ¡Sí, en la Javeriana!

La explicación inicial que diera el docente en el periódico El Tiempo y que luego recogieran otros medios de comunicación puso, como lo llamó en su columna del domingo en el mismo diario capitalino el periodista Daniel Samper, el dedo en la llaga.

Hoy el periódico dedica su editorial al tema para cuestionar la calidad de la educación en el país en su diferentes niveles y preguntarse, entre otras cosas, sobre "¿cómo conseguir que las tecnologías del siglo XXI sean aliadas y no enemigas del desarrollo intelectual de los jóvenes?

Dentro de las diversas interpretaciones y reflexiones surgidas desde el día que se conociera la publicación inicial, se han evidenciado todo tipo de posturas. Aquí va una más, la mía, así corra el riesgo de ser ligera, como tantas otras que se han leído y escuchado.

¿Si un estudiante universitario no es capaz de sintetizar por escrito el texto de una obra, qué puede esperarse entonces de la lectura que deba hacer de múltiples realidades sociales en su ejercicio profesional y de la vida?

la problemática en general de la comprensión lecto-escritora  está afectando a los profesionales y a las personas del común y, aunque preocupantes las dos, aterra la primera, pues resulta de suponer que quienes se están formando en las universidades o han podido egresar de ellas, hacen o hicieron parte de la educación formal al más alto nivel, así sea en términos de pregrado.

Seguramente los desarrollos tecnológicos, de la mano de internet como producto mismo, se han dado de manera acelerada y poco cuestionada. Aquello de la celeridad no es de extrañar pero lo segundo sí. No resulta aceptable pensar que en la red se encuentra todo y que dicho todo resulte válido, como algunos creen.

Las mismas prácticas monopolisticas del mundo de carne y hueso se reproducen en la esfera virtual, aunque en este último espacio se presenten opciones como la actual, que alguien pueda tener una bitácora y escribir lo que le venga en gana, para citar mi caso.

Se presenta una saturación de información que no está siendo sometida a los filtros por parte de la sociedad, lo que compromete también a los estudiantes universitarios. Resolver cualquier inquietud equivale hoy a ubicar un buscador virtual, redactar una frase y dar por cierto lo que allí aparece luego de unos cuantos segundos como respuesta. En muchas ocasiones se recurre al descarado y famoso 'cortar y pegar' para hacer presentar como propio algo que responde a una producción ajena.

En otros momentos, y no caigo en el error de citar que todo tiempo pasado fue mejor, los alumnos tenían que hacer presencia en las bibliotecas, 'untarse' de libros y pensar la forma más apropiada de interpretar lo que tenían frente a sus ojos y llegaba a sus cerebros.

Dicha  tarea se  ha dejado en la actualidad para que la resuelva alguna página de internet. Es decir, para asumir como intento de pensamiento propio uno de carácter ajeno sin mayor análisis.

El anterior ejemplo lo que permite demostrar es la comodidad con que en variadas circuntancias se actúa o, lo que algunos otros llamarían 'la ley del menor esfuerzo'.

Un muchacho de hoy, en el colegio, a quien su profesora de literatura le encomienda como tarea leer una obra específica se avalanza en búsqueda de la misma, pero no del libro completo de 100,  200 o 300 páginas, sino de aquel otro que venden ya resumido. Vuelve y juega: han hecho la tarea por él.

Si no se cultivan buenos lectores,  apasionados, disciplinados y rigurosos, difícilmente se tendrán buenos redactores, como los que reclama con justa razón el profesor Jiménez. Ni qué hablar de escritores.

Claro, a lo mejor son casos excepcionales, pero para algunos jóvenes una clase programada a las 6:00 de la mañana resulta todo un atentado contra su integridad física y mental porque se trata, todavía, de las 6:00 de la madrugada. No despierta ninguna credibilidad y complacencia aquel adagio popular en el sentido que "a quien madruga, Dios le ayuda".

Ahora bien, hay otras cuestiones de fondo que no pueden desconocerse y sobre las cuales apenas formularé algunas preguntas para buscar respuestas más adelante:

¿Qué pueden hacer los profesores de primaria y secundaria para hacer que sus estudiantes se preparen para la vida universitaria, cuando la exigencia es que en sus salones haya 30, 40 o 50 niños o jóvenes?

¿En qué momento el docente puede intentar prestar atención a cada uno? Los cupos en las aulas de clase son excesivos, así haya mucha retórica neoliberal para buscar demostrar que no resulta inconveniente.

¿Qué pensar de la formación de un pensamiento analítico y crítico cuando en la misma publicidad de los medios se afirma, con orgullo, que la revista más leída en Colombia es de farándula?

Para el caso de la televisión ¿Cómo entender que los programas periodísticos de opinión casi no existen  (a la media noche) y en cambio sobran las telenovelas y los realityes shows con temáticas que tienen tanta profundidad como cualquier río a punto de desaparecer?

¿Cómo mejorar la educación pública si el pensamiento del gobierno es hacer más colegios para entregarlos en concesiones (megacolegios), acabar de privatizar las universidades y concebir lo educativo como mercancia?

¿Dónde están los incrementos presupuestales, reales, que el sistema educativo colombiano necesita y el apoyo a la cualificación docente?

Seguramente sean más las preguntas por plantear así algunas de las respuestas a las inquietudes hechas puedan advertirse sin mayores dificultades.

El caso es que si queremos que los estudiantes de la Javeriana y de otros centros de estudio puedan disponer de una mejor formación académica no hay que buscar el 'muerto río arriba', sino 'tomar el toro por los cachos'.