lunes, 29 de noviembre de 2010

Gustavo Rojas Pérez: toda una vida entregado al periodismo


Murió ayer domingo, a sus 75 años de edad, uno de los periodistas a quien siempre recordaré porque en la profesión combinó dos elementos fundamentales: el entusiasmo del reportero recien iniciado y la sabiduría del reportero experimentado.

Gustavo Rojas Pérez fue un baluarte del periodismo nortesantandereano. Nacido en Pamplona en 1935 tuvo su paso por la vida de la mano de los medios de comunicación, en especial de la prensa cucuteña. En el desaparecido Diario de la Frontera y, en estos últimos años, en el diario La Opinión, dejó sentir todo lo que aprendió en la más dificil y exigente de las universidades, la de la vida.

Gustavo inspiró confianza y respeto entre sus colegas. De él muchos aprendimos, así como en mi caso, sin necesidad de haber sido compañeros de trabajo directo, sino compartiendo el cubrimiento de fuentes de información, además de esas conversaciones informales donde se arreglaba y desarreglaba el mundo.

En el periódico La Opinión se recoge el perfil del amigo y colega, quien se une a otros seres humanos valiosos que han partido de esta vida dejando huella en el periodismo regional como Eustorgio Colmenares, Ismael Contreras C., Rodolfo Ogliastri, Carlos Pérez Angel y Jesús Medina Parra, para citar tan sólo a algunos de ellos, entre varios más.

A la familia de Gustavo, el abrazo solidario. A Marta Estella, la hija que siguió los pasos en los medios de comunicación desde la reportería gráfica, la voz de aliento y la satisfacción de haber tenido a un gran maestro y padre en la vida y en el periodismo.

Al amigo, colega y maestro, paz en su tumba para que siga guiando a quienes continuamos temporalmente en el camino de la vida terrenal.

¡ Gustavo, desde la mente y el corazón, gracias por su amistad. !
Fotografía: Diario La Opinión

jueves, 25 de noviembre de 2010

Y ahora: ¿Quién podrá defenderlos? ¡Qué insulto!


No resulta comprensible, por lo menos a primera vista, la posición del ex Presidente de la República Alvaro Uribe Vélez, en el sentido de compartir el hecho que varios de sus compañeros de gobierno estén solicitando asilo en países vecinos por considerar que no tienen garantías en la justicia colombiana, dentro de las investigaciones que se les siguen por haber cometido presuntos delitos comunes y que ahora, esos mismos protagonistas, quieren presentar de otro modo como si fuesen perseguidos políticos.

El caso ya comentado de la ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, y la posición asumida por el gobienro de Panamá resulta aberrante, pues no se trata de un delito (las chuzadas telefónicas) que alguien se esté inventando o del cual pueda negarse su existencia.

Sin embargo, lo peor del asunto es que quien dirigiera los destinos del país en los recientes ocho años salga a decir a los cuatro vientos que comparte y apoya la decisión que los implicados en esos actos vergonzozos busquen asilo, porque la justicia colombiana no les ofrece garantías. "Siempre pedí a los compañeros de gobierno que dijeran la verdad", dice Uribe Vélez al encabezar el primero de los nueve puntos donde se manifestó al respecto y por escrito.

El hecho que durante todo este tiempo la justicia no haya estado arrodillada al poder ejecutivo, como sí sucede con el legislativo, que ha terminado siendo del bolsillo de los gobernates de turno, no significa entonces que se tenga que caer en una especie de 'cacería de brujas' donde paguen justos por pecadores, asi en ocasiones ese mismo poder judicial pueda dejar algunas dudas o sinsabores en sus determinaciones.

No resulta sano para un país, del que se dice vive y actúa en democracia, que la cabeza principal del Estado durante los anteriores dos mandatos quiera deslegitimar la función de una de las ramas de la República, siendo precisamente la esencia de ésta la separación de poderes. Por el contrario, quienes han pasado o están al frente de las más altas dignidades que el pueblo pueda entregar en representación suya, tienen el compromiso de ayudar a esclarecer y no de obstruir la función de la justicia.

Los delitos se cometen en concreto, no en abstracto. Por ello, si hay delitos es porque hay delincuentes, y la soberbia del poder que se tuvo (o que aún se tiene) no puede llevar a que la impunidad siga reinando en una nación que como la colombiana está cansada que la corrupción tenga las puertas abiertas y no pase nada, sobre todo si se trata de los autoproclamados 'padres de la patria' y sus séquitos.

Aquí no se puede seguir permitiendo el discurso que tienen muchos funcionarios y ex funcionarios en el sentido que cuando la justicia los absuelve es porque dicha rama hace su trabajo bien, pero apenas los investiga y hasta condena entonces se trata de una persecución. La gravedad de varios de los hechos que se han ventilado ante la opinión pública, incluso, ameritan que estos temas merezcan tratarse de cara al país en todas las instancias de los procesos que se llevan a cabo.

En un territorio como Colombia los únicos que tendrían derecho a levantar sus voces por considerar que no tienen garantías son los millones de ciudadadanos en situación de desplazamiento, los que no tienen empleo, los que reciben una educación de quinta, los que tienen que levantar sus ranchos en zonas no aptas porque no les queda otra alternativa, los campesinos que no ven recompensadas sus arduas tareas y tienen que regalar sus cosechas a los intermediarios, las familias victimas de los falsos positivos, quienes tienen que repagar una y otra vez los préstamos a la banca privada, los que se ven presionados a vender su voto en las elecciones, aquellos que tienen que vivir bajo de los puentes, quienes se mueren en las entradas de los hospitales, etc, etec, etc.

Los anteriores grupos sociales sí pueden expresar con justas razones que no tienen garantías, pero no nos vengan con el cuento que los adinerados, influyentes, burócratas y socios de los grandes clubes del país, vampiros en muchas ocasiones de lo público, se encuentran indefensos y necesitan salir del territorio y ser acogidos por otros gobiernos porque aquí se les ha maltrado y no pueden seguir haciendo de las suyas.

Lástima que dentro de ese afán de poder enreden y terminen con la vida de personas de bien, quienes al dejarse seducir piensan que pueden pasar de 'agache' las faltas que cometan.

Si no fuera porque la situación es seria, el asunto daría risa. ¡Qué verguenza mucha de nuestra clase política dirigente!
Es otro el país que sueño para mis hijos y el que mis padres desearon para los de mi generación.

lunes, 22 de noviembre de 2010

'Visita a Panamá'


Estos días se ha intensificado la campaña publicitaria en la televisión internacional para que habitantes de esta parte del mundo visiten a Panamá en plan de turismo. Nada raro si se tiene en cuenta que se trata de uno de los atractivos del continente, que además de la obra del canal representa significativos esfuerzos para disfrutar del buen comercio que tiene y de zonas libres como Colón.

Incluso, algunos colombianos deciden ir con cierta frecuencia para adelantar negocios al más alto nivel o, simplemente, traer mercancias que luego puedan ofrecer en el país, en ocasiones dando la vuelta por Venezuela. Otros más aprovechan para programar allí sus temporadas de vacaciones y ocio.

Bueno, en ninguno de los anteriores casos parece encajar la conducta de la exdirectora del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, María del Pilar Hurtado, al parecer salpicada hasta el cuello en el caso de las famosas y nada célebres 'chuzadas' telefónicas adelantadas desde dicho organismo contra magistrados, dirigentes políticos de oposición y periodistas durante el mandato del Presidente Álvaro Uribe Vélez, y del cual hecha fuera directora del organismo entre agosto de 2007 y octubre de 2008. Antes había sido subdirectora de la entidad y Secretaria General del Ministerio de la Defensa Nacional.

Sin querer emitir conceptos, sino simples opiniones, y a sabiendas que existen expertos en la temática de las relaciones internacionales, resulta poco comprensible que la señora Hurtado hubiese pedido asilo en Panamá por considerarse perseguida política en Colombia, donde se le investiga junto a otros personajes por el tema de las interceptaciones ilegales referidas en el párrafo anterior. Más inconcebible aun que el asilo se le hubiese concedido.

Lo sucedido resulta una burla para el país y su justicia, además de abrir la posibilidad que los implicados empiecen a desfilar de país en país, con el beneplácito de algunos de éstos, argumentando que no tienen garantías para que se les siga un proceso judicial serio y transparente en nuestro territorio.

La pregunta común y corriente surge de inmediato: ¿Si no tienen garantias los amigos de Uribe Vélez en Colombia, entonces quién? Lo sucedido no tiene nada que ver con lo político, en términos amplios, sino con lo penal producto de la corrupción que ha permeado diversas esferas oficiales desde hace buen rato.

El periodista Daniel Coronell en su columna de la revista Semana revela algunos detalles de una entrevista que sostuviera semanas antes con María del Pilar Hurtado sobre el grotesco tema de las 'chuzadas' durante el mandato pasado, hecho que compromete a otros exdirectores e importantes funcionarios y exfuncionarios del DAS, así como señalamientos que apuntan hacía la Casa de Nariño.

Ya es tiempo que los organismos de control actúen y de manera rápida, de lo contrario esta problemática como tantas otras pasarán a engrosar la relación de delitos que han quedado en la impunidad. Aquí no se puede repetir lo del Palacio de Justicia, el magnicidio de Luis Carlos Galán y muchos otros episodios, que a pesar de haber sucedido hace tantos años, en algunos casos más de 20, todavía están reclamando conocer toda la verdad posible y castigos para culpables que permanecen en varios lugares, menos en las cárceles purgando sus penas.

Lo cierto es que no se puede seguir evadiendo a la justicia, menos de forma tan ramplona y cínica. A lo mejor la señora Hurtado estaba cumpliendo órdenes superiores, pero eso no la exime de la responsabilidad que tenía en su momento en el principal organismo de inteligencia que opera en el país y que depende directamente de la Presidencia de la República, como departamento administrativo que es.

La sociedad civil colombiana no puede resultar tan pasiva frente a problemáticas de este orden observando simplemente desfilar noticias a través de los medios de comunicación, que cuando quieran nos cambian el tema y nos ponen a hablar de otras cosas. Las consecuencias judiciales, politicas y morales se tienen que hacer sentir con la finalidad de no seguir pensando que "la justicia es sólo para los de ruana", mientras los delincuentes de cuello blanco siguen alardeándose de ser las grandes figuras y jefes de la patria.

Aunque nadie es culpable hasta tanto se le haya derrotado en juicio, si los delincuentes se van a considerar y así se les va a aceptar, como perseguidos políticos, entonces 'apague y vámonos'.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿La furia de la naturaleza o... la falta de acción?


Fotografía: http://www.cruzrojacolombiana.org/

Las cifras de los damnificados por el invierno en Colombia en lo que va de corrido del segundo semestre de 2010 supera el millón de personas. Pueblos enteros inundados tras el desbordamiento de rios y quebradas. Personas muertas, casas destruidas, cultivos arrasados, carreteras intransitables, proyectos de vida suspendidos, tragedias por doquier.

Ese panorama resulta cruel pero nada diferente al que ocurre durante cada temporada de lluvias en el país. Las imagenes de hoy parecen copia de las de ayer.

Es cierto que la fuerza de la naturaleza resulta predecible pero incontrolable en muchos casos y, sin embargo, parecemos no aprender de las lecciones del pasado. En unos casos la necesidad de levantar un techo en cualquier sitio, en otros el deseo de creer que lo que los males ajenos nunca serán vividos en carne propia y, en varios más, la falta de planeación y acción de las autoridades locales, regionales y nacionales para buscar un elemento que dista mucho del dicho al hecho: la prevención.

No resulta comprensible cómo las escenas se repiten por montones cuando Colombia tiene un territorio tan extenso y fértil que alcanzaría para que centenares de familias que hoy día viven en la miseria lo pudieran hacer de forma digna. Sin reformas agrarias serias la frase anterior no pasará de ahí. El asunto es que mientras el gobierno siga atendiendo con paños de agua tibia las crisis invernales, como la actual, las cosas no van a cambiar.

En ese orden de ideas, no podemos seguir con la costumbre de echarle toda la culpa a la naturaleza mientras las soluciones que se plantean son de carácter circunstancial, aprobando y declarando todo tipo de emergencias mientras las cosas pasan, se olvidan durante el verano y vuelven a ponerse sobre el tapete con las lluvias del año siguiente.

Si debieran reubicarse poblaciones enteras o barrios, en los casos más extremos, hay que hacerlo. ¿Que los costos son muy altos?. ¡Claro! Nada es gratis. ¿Acaso no le invertimos millonadas a la guerra y dejamos que los corruptos terminen feriando los dineros públicos, para citar apenas un par de ejemplos?

La solidaridad de los colombianos que ayudan cada vez que se les convoca no puede tomarse con burla. Burla que se registra cuando en los presupuestos de las entidades públicas competentes terminan destinándose cifras irrisorias para atender los eventuales desastres que se presenten que, como se advierte, terminan siendo todo menos de carácter imprevisto.

Eso sí, resulta de admirar el trabajo de grupos como la Defensa Civil, la Cruz Roja y la Policia, entre tantos más, que terminan luchando de una u otra manera para que los damnificados tengan algún aliento y sientan la presencia del Estado, ése que en los grandes círculos gubernamentales de poder termina siendo lento, amnésico e insensible. De por sí los pobres adquieren valor en épocas electorales, cuando tratados como mercancias terminan recibiendo pagos en innumerables ocasiones por los votos que depositan en las urnas.

Nada peor que la tragedia y el dolor resulta el habituarse a convivir con ellos, porque esa situación genera desesperanza, incredulidad, desasosiego, las mismas con las que miles y miles de damnificados del invierno vienen inundando sus mentes y corazones desde hace tantos años.